Los procesos de integración más exitosos han contado desde el inicio con impulso político y objetivos comunes para mejorar las condiciones económicas y sociales de los habitantes.
Sin mirar defectos y tareas pendientes, la Unión Europea (UE) es ejemplo de integración en el Viejo Continente; en Sudamérica cabe destacar el caso de la Comunidad Andina (CAN), originada en el Pacto Andino de 1969, hace 50 años, enlazando voluntades de los gobiernos de Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú. Años más tarde Chile dejó el grupo regional e ingresó Venezuela que, posteriormente, también lo abandonó.
La CAN es el único proceso de tipo comunitario o integral, en el Cono Sur; el resto son parciales y de otra naturaleza.
La integración andina viene forjándose con avances, pero también sufre retrocesos por posiciones nacionalistas e intereses estatales unilaterales y de algunos sectores productivos, empero, es claro el aumento del mercado integrado en provecho de productores y consumidores, el funcionamiento de algunos órganos e instituciones, la aplicación de normativa supranacional.
Entre otros ámbitos, también hay avances en acceso a mercados, sanidad agropecuaria, calidad y obstáculos técnicos al comercio, integración física, transformación productiva, servicios e inversiones, lo social, aduana, transporte, telecomunicaciones, energía eléctrica, movilidad humana.
Sin duda, la integración sustentada en coincidencias sobre las visiones que tenemos del progreso, constituye el camino para fortalecer nuestras capacidades y erigir un mejor futuro común; se requiere gran esfuerzo, por lo que destacamos el actual empuje gubernamental y el trabajo intenso y la dinámica generada por el secretario General, Dr. Jorge Pedraza.
La CAN es un objetivo estratégico, y como tal, debe avanzar con renovado brío. Sin integrarnos será más difícil solucionar problemas estructurales que hace mucho rebasaron la capacidad del Estado nacional para responder eficazmente. (O)