El gobierno de la “revolución ciudadana”, con su obsoleta y lamentable ideología, dejó al país como un paisaje después de la batalla: en lo social, económico, institucional, incluyendo la moral pública y elevando el cinismo a niveles insospechados.
La mesa “destruida” debe ser arreglada por el actual Gobierno y para ello se han tomado algunas medidas económicas, que tienen más bien una visión de coyuntura y cuyos impactos serán inocuos en la estructura social y económica del país.
Tal parece que no somos capaces de comprender que los principales problemas económicos se deben no tanto a una inadecuada aplicación de la política económica o a las imperfecciones del mercado, sino a las distorsiones endógenas, estructurales y de origen histórico.
La enorme población que subsiste en la informalidad laboral, en precarias condiciones, es apenas el síntoma que expresa una heterogeneidad productiva, económica, social, territorial e institucional; que llevamos a cuestas desde que somos república.
La dolarización no ha cambiado esta realidad. Si bien nos blindó de la irresponsabilidad política, también desnudó nuestra falta de productividad, la misma que está determinada por la capacidad de incorporar en nuestra economía el progreso técnico en las estructuras productivas.
La escasa innovación y desarrollo de tecnología que debe incorporarse a los procesos productivos tiene efectos directos en la productividad y el empleo, tanto en lo rural como en el urbano.
La concentración del escaso progreso técnico en actividades de exportación de productos primarios, limita la absorción de mano de obra más calificada, provocando una mayor migración a los grandes centros urbanos, como Quito, Guayaquil y Cuenca, provocando marginalidad social.
Las normativas tributarias para incentivar la inversión, la revisión del precio de la gasolina súper y los “ajustes” al gasto público vía eliminación y fusión de entidades públicas, no apuntan a corregir los aspectos estructurales. Seguimos de forma reiterada cometiendo los mismos errores en la conducción del país. (O)