En este momento, en el Ecuador se desarrollan mesas de diálogo para resolver el conflicto y la paralización de actividades de junio. No tenemos suficientes datos sobre los resultados de las mesas, pero la inquietud nos sobreviene cuando vemos por TV mesas donde discuten representantes del gobierno y de las organizaciones sociales. En escena están uno o dos negociadores del gobierno -normalmente de la Costa-, y dirigentes indígenas -mayormente de la Sierra- acompañados de al menos una docena de miembros de sus organizaciones.
Para los antropólogos es una escena fascinante. Nos preguntamos ¿Cómo un ministro blanco-mestizo -que probablemente nunca ha hablado con un indígena- se sienta a dialogar con indígenas del páramo? ¿Qué pensarán unos de otros sobre la forma de armar conversación de sus interlocutores? ¿Se entenderán entre ellos cuando ambos tienen acentos marcados y se comunican en chaupi-español? ¿Requerirán traductores? Con seguridad unos y otros estarán analizándose mutuamente. No sólo sobre la forma de hablar del otro, sino sobre su ropa, su preferencia de comida, su juicio sobre la comodidad del lugar del diálogo, su puntualidad, su paciencia, su manejo del tiempo.
A los involucrados mucho les podría servir una rápida capacitación sobre mediación entre culturas. Para empezar, habría que acudir al autor Edward T. Hall y estudiar su escala de contextos en la comunicación intercultural. También sería útil acudir a la Dra. Erin Meyer, experta en comunicación global. En su libro “Cómo atravesar el campo minado” establece categorías para comparar diferencias culturales y estrategias para “navegar” entre ellas. Comentaremos algunas de sus categorías y estrategias.
Los estilos de negociación difieren mucho entre las culturas y uno de gran importancia es la percepción del transcurso del tiempo de los intervinientes. Es elemental conocer esas diferencias al empezar una negociación. Los negociadores establecen agendas y calendarios, pero en algunas culturas la gente se adhiere estrictamente a ellos, mientras que en otras, sólo se ven como una sugerencia. Mientras unos llegan a la mesa de negociación a la hora en punto. Otros la usan sólo como referencia. Mientras unos quieren resolver un asunto en disputa en una sesión de trabajo, los otros no tienen ningún apuro; además -como en el caso de las mesas ecuatorianas- las estructuras de cada una de las partes son totalmente diferentes mientras unas quieren resolver ejecutivamente los temas las otras tienen que en cada ocasión consultar a “las bases”. Por todo ello, es importante tomar en cuenta que gestionar negociaciones en nuestro caso debe tener flexibilidad y acciones que se deben tomar de acuerdo con las circunstancias.
Las formas de persuadir a los demás y los tipos de argumentos que se utilizan están profundamente arraigados en las creencias y actitudes de cada cosmovisión. Generalmente, un ejecutivo blanco-mestizo elabora su argumentación en una secuencia de componentes distintos (utilizando pensamiento específico), mientras que los dirigentes indígenas probablemente tenderán a mostrar cómo todos los componentes encajan (pensamiento holístico).
La retroalimentación, es decir, la contestación que cada parte da a un tema tratado depende de las preferencias culturales. Estas pueden variar en el espectro: desde una retroalimentación franca y rápida a una retroalimentación diplomática y muy pensada. Como ejemplo podemos mencionar diferencias entre culturas, mientras los estadounidenses son muy directos en sus apreciaciones, los franceses se rigen generalmente de forma protocolar. Igual sucede en la cultura de las regiones en el Ecuador, los costeños mucho más francos y los serranos más diplomáticos.
La toma de decisiones en un diálogo depende mucho de la forma en que cada cultura se enfoca en el consenso. A menudo asumimos que las culturas más igualitarias deben ser más democráticas, mientras que las más jerárquicas permitirán que los superiores tomen las decisiones. Pero esto no es siempre el caso. En nuestra percepción, los indígenas son más igualitarios que los mestizos, por lo que es más probable que construyan un acuerdo en consultas de grupo antes de tomar decisiones. Los negociadores del gobierno probablemente consultan con su jerárquico superior y deciden. Esto habría que comprobarlo en la práctica.
En todo caso, el factor más importante en estos diálogos es el de construir confianza mutua.
Las personas que establecen el diálogo deben demostrar que se puede confiar en ellos y que respetan las contribuciones de los demás. La cultura nacional está basada en las relaciones sociales, por ello, sería deseable que las partes que intervienen en los diálogos pasen cierto tiempo conociéndose pero la premura del tiempo y las circunstancias podrían impedir que lo hagan. Sin embargo, es necesario recalcar que sólo si llegan a sentir simpatía recíproca y valorar los puntos de vista del otro, podrán establecer confianza.
El Consejo de Europa, que ha tenido que lidiar cada vez con mayor diversidad de culturas afirma: “La diversidad cultural trae consigo desafíos sociales y políticos. A menudo desencadena miedo y rechazo. Los estereotipos, el racismo, la xenofobia, la intolerancia, la discriminación y la violencia pueden amenazar la paz y la esencia misma de las comunidades locales y nacionales. (…..) El diálogo entre culturas, la forma más antigua y fundamental de conversación democrática, es un antídoto contra a la discriminación y la violencia. Su objetivo es permitirnos vivir juntos de forma pacífica y constructiva en una nación pluricultural y desarrollar un sentido de comunidad y pertenencia”.
Es muy necesario aprender a dialogar.