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El Telégrafo
Xavier Guerrero Pérez

¡Me identifico!

26 de julio de 2021

Ecuador y todo el mundo escucharon a Richard Carapaz, luego de haber ganado -con el primer lugar- la competencia de ciclismo en los juegos Tokio 2020: “(…) esto lo disfruto yo (…) El país nunca creyó en mí (…) esto me pertenece a mí y todos a quienes realmente me apoyaron en su momento. Ahora, yo sé que todo el mundo querrá festejar esta medalla; pero será a quienes realmente me han apoyado (…) hemos venido solos; -ni siquiera tuvimos- a alguien que nos dé masajes (…) mucha gente de staff de Inglaterra (…) ellos son quienes realmente me han dado la mano (…)”.

En redes sociales los comentarios no se hicieron esperar; veamos una muestra: que Carapaz tenía que haber “matizado” sus declaraciones, que es un resentido, que no puede meter a todos “en un mismo saco”… En fin. Pero también “le dieron, y no consejos” a quienes han sido y son autoridades en la rama deportiva: solo fue para la foto, que poco o nada han hecho, que en dos meses se pudo haber conseguido al menos un equipo técnico (incluyendo masajista). Como si fuera poco, también “azotaron” mediáticamente a los amantes de los deportes: que no todo es fútbol, que ahora todos quieren ser ciclistas pero lo que hay detrás es novelería.

Pero, vamos a lo de fondo: Señoras y señores, lo aseverado por Richard es la reverenda verdad. Siendo audaz y alterando atrevidamente las palabras de Jesús: “Nadie es profeta en su tierra, y solo es posible serlo cuando se logra algo. Ahí, solo ahí: “paran bola””. Lo he visto y lo he vivido. Lo he visto: casos de personas que tienen potencial, pero que no se les brinda la oportunidad para demostrarlo en pro de mejorar “lo que hay”, y terminan siendo excluidos, siendo invisibilizados. Si es que algún momento pueden demostrar “de qué están hechos” ha sido, bendito Dios, con la ayuda de “algún padrino o madrina”. Es más, casos de personas que necesitan “algo de apoyo” ya que, pese a tener potencial, las dificultades propias o ajenas se convierten en desaceleradores; ante ellos, y en general ante el primer escenario, está el frente de personas que pueden y están en posibilidades de acompañar, de “dar la oportunidad”. El quid del asunto es que así como le ocurrió a Richard, yo lo experimenté y, con absoluta certeza, les pasó a muchas otras personas -y sigue pasando-: autoridades y personas con algún nivel de poder o influencia en un determinado espacio no solo no creen en cada uno de nosotros, lo que se ve reflejado en negar(nos) la posibilidad de demostrar que sí podemos, sino que también son despiadados(as) y (nos) aniquilan la moral al pagarnos con el silencio ante la insistencia.

Me identifico al cien por ciento con Richard Carapaz. Y atención: no se trata de que “nos regalen algo”. Desde luego que no. Se trata de tocar las puertas para recibir ese voto de confianza. Lo he vivido: pese a mi recorrido académico, pero sobre todo moral y de honor, han sido muy pocas las personas que han confiado en mí. Y sí, comprendo a Richard: hay desilusión cuando te “tiran la puerta en el rostro”, hay dolor y frustración. Nuestro campeón olímpico hoy, con sus frutos, nos demuestra que esos sentimientos se pueden tomar para demostrar a quienes nos dieron la espalda que estaban y están equivocados(as). Acertadísimas sus palabras (parafraseando): “no hay chance para quienes se quieren subir al balcón del triunfo”, ni menos para quien buscó solo “salir en una foto”.

La reflexión: cuidado y lo que le ocurrió a Richard sigue suscitándose en Ecuador: solo creen en nosotros cuando “hay gloria”.

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