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El Telégrafo
Sebastián Endara

Maternidad y política

14 de mayo de 2021

A riesgo de ser criticado, voy a intentar una reflexión sobre la maternidad y la política, a propósito del mes conmemorativo de la importancia de las madres, celebrado en varios países del mundo, y desde luego en Ecuador, donde es particularmente relevante; y digo que me pongo en riesgo de crítica porque para algunas mujeres, estos temas ni de lejos pueden ser tratados por los hombres, porque ciertamente una situación de privilegio, porque jamás seremos madres, o porque insistimos en generar protagonismo a expensas de las mujeres. No obstante, desde mi perspectiva, este es un hecho que nos ocupa a todos porque por limitada que sea nuestra mirada como hombres, y por burdos que sean nuestros argumentos como reproductores conscientes o inconscientes de la desigualdad instituida y las inmensas brechas de género.

En algunos documentos he encontrado que a las madres se las considera, tradicionalmente y en condiciones normales, un sujeto pasivo, convencional, no crítico de la sociedad. Seguramente, esta percepción, real o imaginada, tiene mucho que ver con algo que las mujeres han venido denunciando desde hace tiempo: las condiciones patriarcales en las que está erigida nuestra cultura y nuestra sociedad, que por más democrática que se precie, no logra establecer en la realidad esos equilibrios que permiten el ejercicio y goce real de la ciudadanía y los derechos.

Esta situación además desemboca en una suerte de sociedad del simulacro, en la que simulamos reconocimientos que no logramos cumplir. Todos amamos a nuestras madres, pero ¿cómo les reconocemos y recompensamos como sociedad? Se sabe que las mujeres destinan más del doble del tiempo que los hombres en actividades de extraordinaria importancia para el cuidado y la reproducción de la vida, sin las cuales nada en la sociedad tendría una perspectiva de futuro, pero ¡ay! de la mujer que se embarace. Las mujeres han dicho que la maternidad no es solo un hecho biológico sino un hecho social, cultural y por sus implicaciones en lo público, un hecho plenamente político.

Por lo tanto, la maternidad debe ser politizada; lo personal es político y lo político también es personal, y la sociedad y el Estado deben generar condiciones adecuadas para que se pueda dar una maternidad en libertad, no en situación de sumisión, precariedad o incertidumbre. Algunas mujeres plantean una maternidad emancipada e insumisa con miras al cambio social, pero para ello debemos comprender como sociedad la importancia fundamental del hecho de la maternidad, más allá del romanticismo o la funcionalización neoliberal del día de la madre, la maternidad debe estar plenamente considerada entre las prioridades de un proyecto de sociedad que respete y promueva la dignidad de la vida.

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