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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Material para buitres

13 de enero de 2016

¿Qué haríamos sin el escándalo? Tal vez nuestras vidas transcurrirían plácidas, pero muy aburridas. Eso de prevenir los problemas y no dejar que sucedan puede degenerar en un aburrimiento pernicioso. Nos gusta el movimiento. Y es de parte y parte.

Por ejemplo, está la famosa (no lo era hace un puñado de días) cuña promocional sobre la prevención del VIH, ‘Ojo con la parodia’. En realidad, al verla, nos preguntamos qué es exactamente lo que quieren conseguir. Ni siquiera se entiende bien la letra, y la música no está precisamente entre lo más logrado del pentagrama local, peor latinoamericano o mundial. Siguiendo una línea gubernamental con la que no estamos plenamente de acuerdo, coloca la calentura en el tipo de tela de la sábana: la gente contrae VIH por malcriada y desobediente… Ah, y por atea, no por otra cosa. Y porque su familia de papá, mamá, hermana, hermano, perro, casa y auto no ha sido fortalecida en sus orígenes. Desconoce el sinnúmero de factores en torno a una enfermedad de tales proporciones. Ignora, de paso, los vericuetos de la naturaleza humana. El mundo en blanco y negro. Ni un triste tono gris, peor una pincelada de color. Así es.

Luego, bruscamente, se pasa de lado al hacer caso de la protesta una caricatura del inefable Bonil en la que no se puede adivinar mucho más allá de su intención humorística referida esta vez a los temas de sexo y género. En este caso, y sin intención de defender al caricaturista, diríamos: pero si solo fue un chiste… Sí, cierto que el interés del caricaturista es criticar una ley o política recién aprobada en un régimen que a él no le cae bien, pero… ¿hay que hacer tanta bulla por algo así? ¿No estamos cayendo en la misma estrategia del corazón de cristal de bohemia que le achacamos a la hipersensible prensa opositora?

Sin embargo, el problema va más allá de eso. Pues ya conocemos de lo que van las estrategias del Plan Familia, el Enipla y un vasto etcétera. El problema es seguir dando materia de qué hablar a quienes quieren echar abajo un proceso que –de acuerdo– no es perfecto, pero es mucho menos imperfecto que todo lo que se ha visto desde Juan José Flores hasta nuestros días, salvando quizás los breves años que Eloy Alfaro estuvo al mando. El problema está en no ser cuidadosos, en caer en las provocaciones, en no cuidar los detalles ni la calidad de ciertos productos, en practicar lo que censuramos, en defender posiciones indefendibles y, en últimas, en seguir fabricando carroña, aunque sea en pequeñas cantidades, para que los buitres jamás se queden sin alimento. (O)

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