Estamos recargados de adjetivos. Y de eso pecan incluso quienes dicen pensar, reflexionar y hasta filosofar con “harto condumio académico”. ¿Por eso nos convertimos en grandes insultadores y ya parece que es una marca con la que andamos desde hace mucho tiempo? ¿Eso explica por qué la discusión relevante queda relegada a la respuesta del anterior insulto, pasar al siguiente, y así sucesivamente?
Nos hacen falta sustantivos (muchos sustantivos críticos, como dice René Ramírez). Con ellos denominados, nombramos y hasta celebramos la “fundación” de una tesis, idea, propuesta, proyecto, locura o simplemente un verso. Hasta ahora los más pecaminosos en no hablar con sustantividad y solo desde la adjetividad han sido los “izquierdosos”.
Claro, porque los pensadores de izquierda, empezando por Marx y pasando por Gramsci, hasta toda esa “tribu” de neomarxistas y neoleninistas han colocado sustantivos potentes a cada uno de sus planteamientos.
Los “izquierdosos” se acostumbraron a señalar con el dedo al poder, cualquiera sea este, no importa si ese “poder” resuelve los problemas de la gente. Los derechosos no han sido santos en esto: pecan de adjetivar solo desde una lógica, la del mercado y la de su bolsillo, por eso camuflan con libertad, progreso, desarrollo y hasta bienestar lo que solo es enriquecimiento y consumo. El signo de dólar está detrás de cada uno de los adjetivos, como una marca de agua.
Ahora que se avecinan contiendas políticas (electorales, proselitistas, celebracionistas y hasta principistas) no estaría por demás acumular un fajo de sustantivos para renombrar a la política y proceder (cuasi pedagógicamente) a desmontar ese incansable ejercicio de adjetivar.
Nos corresponde imaginar algunos sustantivos para sostener y potenciar el proceso político que dio lugar a ese paradigma (ese sí sustantivo) del Sumak Kawsay. Pues no se trata solo de hacer leyes, sino de cambiar la cultura, la vida de la gente, las estructuras fundamentales, y no solo haciendo leyes o bonificando a los que más necesitan.
Si alguien habla ahora de un posneoliberalismo, tendría que también imaginar cómo se denominará esa etapa y con qué sustantivos podremos conjugar los verbos que lo expliquen y le den sentido. La nostalgia con la que algunos hacen política diaria les impide conjugarse a sí mismos en un tiempo futuro.
Por eso, hacen falta debates con muchos sustantivos de condumio.