A más de mi persona, noto que muchas y muchos, sea por medio de columnas de opinión o a través de sus cuentas personales en redes sociales, aportan con ideas tanto al propio presidente de Ecuador Guillermo Lasso, o a sus colaboradores, o también a las autoridades de los GAD. No obstante, y en lo que a mí respecta, puedo percibir que poco o nada se escucha por parte de nuestras autoridades locales, incluyendo al Gobernador del Guayas.
Indicios. Varios. Por citar: a) una determinada autoridad municipal prefiriendo disfrazarse de un personaje antagónico de un film clásico para, según él, expresar su preocupación e indignación, en lugar de presionar y fastidiar todo el tiempo a sus compañeras y compañeros para (como se dijo una vez en Master Chef Ecuador) hacer más y hablar menos (o incluso dedicar menor tiempo a las redes sociales); b) Una Intendencia y una Gobernación que, ante las situaciones sociales que demandan de respuestas oportunas e inmediatas se muestran silenciosas, tal vez hay resultados, pero, el termómetro ciudadano refleja o que no son los suficientes o que, inclusive, no los hay; y, c) personas con capacidad y con conocimientos especializados obtenidos en las aulas universitarias que bien pudiéramos aportar en pro de brindar luces e ideas para una administración pública efectiva, que garantice los derechos de los conciudadanos, que proteja los derechos de la naturaleza, que empuje hacia el fortalecimiento y desarrollo del tejido social, trabajando en uno de los pilares que sostienen tal que es la seguridad ciudadana y el orden público, pero únicamente nos otorgan el rol de espectadores o testigos, dado que personas que posiblemente sean muy buenas en otras áreas (como en el sector privado) son convocadas para aportar en la gestión de “lo público”, y, consecuentemente, su inexperiencia y su ausencia de conocimiento provoca no solución de la problemática, retraso y hasta depresión ciudadana.
Vamos a las ideas, que tanta falta hacen hoy por hoy que, según el Vicealcalde de Guayaquil Josué Sánchez, la ciudad de Guayaquil es la nueva “Ciudad Gótica” (aseveración que provoca inquietud a más de una persona):
1. Cooperación en seguridad y defensa: es necesario que el Estado (Función Ejecutiva, Legislativa, Judicial y GAD, principalmente) solicite “para ayer” cooperación especializada a quienes han mostrado efectividad en la lucha contra la delincuencia y el crimen organizado: el Estado de Israel, por citar. Aparte, debe existir trabajo en conjunto; no aislado. En con-jun-to.
2. Adoptar estilos de liderazgo que en estos momentos la ciudad y el país necesitan: me pregunto si las y los infractores de la Ley pensaran lo mismo que piensan ahora (la Ley es letra muerta) si desde la Alcaldía o la Gobernación y la Intendencia se tuviera un liderazgo de la talla de Don León Febres Cordero o de Don Jaime Nebot. Seguro que no. Me lleva a preguntarme: ¿Qué se está esperando para convocar a quienes fueron autoridades en tiempos difíciles para que orienten en la tarea actual que es lograr que ustedes y yo nos sintamos tranquilas y tranquilos al transitar en las calles sin riesgo ni que nos sustraigan las pertenencias ni peor aún nos arrebaten la vida?
3. Fuerzas del orden proactivas y comunitarias: es urgente e importante que nuestra Policía, más que el rotar puntos estratégicos cada cierto tiempo, patrulle en las calles, no en vehículo, sí a pie, en todo momento, si se quiere “tomándose las calles”, interviniendo zonas, turnándose en rondas, en todos los sectores, no solo los denominados “calientes”. De paso, hay que volver a concebir a las y los policías comunitarios, aquellas y aquellos que bien conocen los barrios, los sectores, que son de la propia provincia (no esa cultura inentendible de Policías de Quito que brindan servicio a Guayaquil, o viceversa). Además, y como ya lo he sostenido, la propia actuación de la Policía debe cambiar: si hay resistencia poco violenta sin armas de fuego, proceder a “los puños”, y si hay respuesta violenta de armas de fuego, proceder con su arma de dotación. Hay que volver a sembrar en la mente de quienes infringen la Ley que el miedo debe ser sentido por ellas y ellos y no ni por la Policía ni por la ciudadanía. A todo esto, estoy en desacuerdo con la presencia de nuestras FF.AA. en las calles, dado que su formación está dada para el combate en una guerra y no tanto para repeler el delito y la protección ciudadana. Es más, a mi juicio es un error político y legal que el Gobierno del presidente Lasso haya decretado un Estado de Excepción tan solo para trasladar a nuestros soldados de los cuarteles a las calles, cuando desde hace mucho tiempo el control de armas ya era ejecutado por las FF.AA. en las calles.
4. GAD municipales y provinciales mayormente técnicos y de escucha, y menos políticos (en esta materia, al menos): el 15 de agosto de 2019 se suscribió un Convenio de Acción Conjunta en el Marco del Acuerdo Nacional por la Seguridad entre el Gobierno de Ecuador y el Municipio de Guayaquil. ¿Si monitorizaron los primeros resultados del instrumento firmado? ¿Únicamente fue acción política? Si hay una hoja de ruta trazada y acordada, ¿Por qué ese afán reiterado desde el GAD Municipal de Guayaquil, al Gobierno de turno: “díganos qué necesitan, aquí estamos”? Aparte, me parece que la sola intención de dotar la facultad a personas para portar armas es abonar al populismo penal, y que todo se resuelva, de los puños a las armas.
5. Finalmente, estas acciones y otras, si Dios nos acompaña, resolverán muy poco. El quid está en salir del subdesarrollo, y para ello hay que “fichar” a gente que se ha fajado en las aulas universitarias y así formar un equipo de “élite cognitiva” que permita: una administración estatal que mejora el bienestar social pero que también hace cumplir la Ley al, por ejemplo, recuperar el dinero que Don Julio César Trujillo decía que “se lo robaron”; que las y los evasores cumplan con el pago de impuestos; y que la elusión sea menos aprovechada. Caso contrario, estaríamos estimulando inintencionalmente al hurto y al robo. ¿No lo creen? Bastaría ver lo que dijo en su tiempo Santo Tomás de Aquino: “En caso de necesidad extrema, todas las cosas son comunes. Es, por tanto, lícito a quien se encuentre en tal situación tomar lo ajeno para su sustentación si no encuentra quien quiera dárselo”.