Sabemos que las democracias evolucionan de acuerdo con las necesidades de la sociedad, pero el fallo de la Corte Suprema de los Estados Unidos que deroga el precedente de Roe contra Wade que garantizaba desde 1973 el derecho al aborto en todo el país deja a las mujeres en situación de desprotección, poniendo en un segundo lugar a la salud, a los derechos y a la autonomía de sus cuerpos. Esta sentencia deja a consideración de las legislaciones estatales la regulación sobre el aborto, y su discrecionalidad para que los estados puedan prohibirlo o ratificarlo genera un escenario de zozobra, colocando ideologías por encima de los derechos que ya habían adquirido las mujeres. Sin embargo, este fallo es solo la punta del iceberg.
El fallo de la Corte Suprema preocupa sustancialmente en materia de Derechos Humanos, es insensato pensar que algo así puede pasar en una de las democracias más sólidas del mundo que tiene como base la libertad. Este revés en la democracia liberal estadounidense obliga a las mujeres a acudir a centros clandestinos donde ponen su vida en riesgo y afecta a 36 millones de mujeres en edad reproductiva, según una investigación de Planned Parenthood, pero afecta diferencialmente a las mujeres de escasos recursos.
Al parecer las armas tienen más derechos que las mujeres en la primera potencia mundial, cuya Corte Suprema dictó una sentencia interpretando la Segunda Enmienda de la Constitución referente al derecho del pueblo para poseer y portar armas, eliminando así las restricciones de portar armas en público en el Estado de Nueva York. Esta decisión se toma poco después del asesinato de 21 personas en una escuela de Uvalde, Texas que ocurrió 11 días después de otra masacre racista en Búfalo que dejó a 10 personas muertas.
Estos sucesos nos obligan a pensar en la fragilidad del avance de los Derechos Humanos, mientras en países como México, Argentina y Colombia se ha despenalizado el aborto o se han flexibilizado las restricciones.