La noticia informa la muerte de Mario Bunge, uno de los grandes intelectuales del siglo XX, nacido en octubre de 1919, en Buenos Aires.
Doctor en ciencias físico-matemáticas y especializado en física teórica y epistemología, Bunge, científico y filósofo, es considerado el padre de la filosofía científica. Él marcó su impronta a investigadores que intentan dar a la ciencia un tono intelectual y a la vez utilitario.
La obra de Mario Bunge es magnífica, hoy que la investigación es el eje para construir nuevos conocimientos sobre la base de teorías, métodos y sistemas de aplicación, desde el planteamiento del problema hasta la evaluación y la búsquedas de soluciones. “La ciencia -dice Bunge- no es obrar a ciegas ni observar sin supuestos, sino un proceso esencialmente intelectual, y por cierto creador, asistido por medios materiales”.
La “biblia” de los profesionales y aficionados de la exploración de conocimientos es el tratado sobre “La investigación científica”, publicado por Ariel, Methodos, en 1967, y reproducida hasta hoy en varios idiomas, que se concentra en la teoría y metodología de la ciencia. El mérito de Bunge se halla en que abrió espacios para el desarrollo del método científico mediante la investigación rigurosa, y su lucha incansable contra las pseudociencias.
Según sus biógrafos, Mario Bunge es uno de los científicos hispanohablantes más citados del mundo. Fue autor de más de cien libros y medio millar de artículos científicos. Por sus trabajos fue reconocido con el premio Príncipe de Asturias, en Humanidades y Comunicación, por sus contribuciones a la filosofía. En una entrevista con El País, de España, al cumplir 100 años, dijo: “La política internacional me parece un desastre y los populismos de derecha son alarmantes”. “No sabemos medir la velocidad de la ciencia, pero lo que sí sabemos es que los recortes a los gastos científicos equivalen a recortes del cerebro y benefician solo a los políticos que medran con la ignorancia”.
Bunge, con sus 101 años, fue la inspiración de varias generaciones de científicos. “Sabemos que la longevidad depende del estilo de vida, pero también de la suerte. Y yo he tenido mucha suerte”, apuntó el maestro. (O)