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El Telégrafo
Alicia Galárraga

¡Maricón!

22 de noviembre de 2020

Mi nombre es Fernando Orozco. En el año de 1986 tenía veintidós años y vivía en la ciudad de Guayaquil. Estudiaba peluquería y una noche, al terminar mis clases, me encontré con un amigo en Vélez y Lorenzo de Garaicoa y me detuve a platicar con él. Un patrullero se estacionó junto a nosotros. Se bajaron tres policías y ahí comenzó mi pesadilla.

-¡Maricón!- me gritó un policía.

-¡Afeminado!-continúo otro.

-¡Papeles!-requirió un tercero.

Comprobaron que estaba en posesión de mis documentos y yo, con total ingenuidad, pensé que no existía motivo para detenerme. Sin embargo, en aquellos años, mostrarse abiertamente como homosexual, era un delito penal que se castigaba con ocho años de prisión. Los policías, sin darme ninguna explicación, me tomaron de los brazos y me arrastraron hasta el patrullero. Yo me resistí y me cayeron a toletazos y patadas.

-Cállate, meco. O te mato.-sentenció uno de los policías.

Una vez en el patrullero, me vendaron los ojos y me siguieron golpeando con el tolete. De mí se apoderó el terror y se materializó en un sudor frío que recorrió mi cuerpo y se transformó en tembladera.

-¿A dónde me llevan, por qué me detienen? pregunté, en un hilo de voz.

-¡Este meco está muy divertido!-dijo uno de los policías, dirigiéndose a sus compinches. Soltó una risotada diabólica y los otros le hicieron coro.

De la tembladera pasé a la inmovilidad total.  Estaba petrificado por el miedo. Pasó un tiempo que me pareció interminable hasta que por fin se detuvo el patrullero. A empollones y con los ojos todavía vendados, los policías me condujeron con rumbo, para mí, desconocido. No sé de dónde saqué fuerzas para no desmayarme. Por mi mente pasaron, como una película, muchos momentos de mi vida, especialmente de mi adolescencia.

Este no es el fin de mi historia, pero es mi voluntad hacerla pública. Las nuevas generaciones deben conocer que en Ecuador, autodenominada Isla de Paz, hubo una época oscura en la que sus ciudadanos fuimos encarcelados, desaparecidos y hasta asesinados por motivo de nuestra orientación sexual. Algunos nos organizamos y sin apoyo de ningún partido político, en noviembre de 1997, logramos despenalizar la homosexualidad y mandamos al tacho de basura una parte del triste y vergonzoso artículo 516. (O)

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