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El Telégrafo
Gustavo Pérez Ramírez

Marcha del pueblo hacia el poder

05 de abril de 2016

Han transcurrido 68 años desde el fatídico acontecimiento que partió la historia de Colombia en un antes y un después, el  9 de abril de 1948, con el magnicidio del líder popular Jorge Eliécer Gaitán y el genocidio de parte del pueblo que él había empoderado en una hábil táctica política para insertar el germen socialista en el partido liberal.

Desde 1944 se había desatado la sectaria violencia oficial, con mira en las huestes gaitanistas, convertidas en la organización política más fuerte y numerosa de Colombia, visiblemente ad portas de tomar el poder, a partir de las elecciones para Congreso y asambleas del 16 de marzo de 1947.

Ante la represión, el 7 de febrero  de 1948 Gaitán encabezó la ‘Marcha del Silencio’ con más de sesenta mil participantes de luto que ondeaban banderas rojas y negras. Gabriel García Márquez la calificó “la más emocionante de cuantas se han hecho en Colombia. La impresión que quedó de aquella tarde histórica, entre partidarios y enemigos, fue que la elección de Gaitán era imparable. También los conservadores lo sabían, por el grado de contaminación que había logrado la violencia en todo el país, por la ferocidad de la Policía del régimen contra el liberalismo desarmado y por la política de tierra arrasada”.

Gaitán clausuró la marcha con una ‘Oración por la paz’, en la que  pidió que “cese la persecución de las autoridades…  que las luchas políticas se desarrollen por los cauces de la constitucionalidad”.

La respuesta fue el asesinato de Gaitán y el exterminio de millares de sus seguidores que salieron a las calles en todo el país a defender sus derechos adquiridos en busca de una democracia directa donde el pueblo decide. Gaitán había proclamado: “Yo no soy yo, personalmente, yo soy un pueblo que se sigue a sí mismo, cuando me sigue a mí que lo he interpretado”.

La violencia institucionalizada persistió, motivando la organización de guerrillas, las FARC y el ELN en los 60, el M-19 en 1970. Las conversaciones de paz en La Habana, y ahora las del ELN en Ecuador, podrían lograr la paz, si las oligarquías no se siguen oponiendo a los cambios de estructura fundamentales para dar cimiento a una verdadera paz con justicia social.

Y si no persisten en el ‘memoricidio histórico’ contra Gaitán y el gaitanismo, que ha derogado todas las leyes, decretos y resoluciones expedidos en su homenaje, atentando contra su legado ideológico y político, sintetizado en un cuerpo de doctrina científico, que estructura los fundamentos para el forjamiento de una cultura para la implementación y sostenibilidad de una democracia participativa y directa. Además, se ignora su lucha por “la restauración moral y democrática de la República”.

Y se pretende negar que por la vía electoral sí es posible la conformación de una organización popular que luche por sus reivindicaciones y por la equidad y la justicia, como lo demostró el movimiento gaitanista.

Nota: El Clan terrorista Úsaga ha usurpado el nombre ‘gaitanista’, antítesis del legado democrático de Gaitán, denuncia hecha por su familia el pasado 1 de abril. (O)

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