Por mucho hemos dejado nuestra vida en manos del “saber experto”. Aquellos saberes que nos atañen, los relacionados a nuestro cuerpo, salud y enfermedad, se los encargamos a Otro[1]: a Dios, los médicos o al Estado.
Una catástrofe mundial en el área de la salud siempre fue algo probable, cuando los recursos políticos se destinaron a la propaganda; cuando artistas e intelectuales estuvieron al servicio de su amo y la ciencia se dedicó a satisfacer a vanidosos; y cuando el ciudadano común no tuvo la más mínima noción de Anatomía o algún conocimiento superficial sobre medicina.
Aquello quedó como la labor de otra persona, por lo tanto, peligrosamente ajeno a nosotros. Así es que de nuestra salud vamos a responsabilizar a Otro o en este caso a cualquier líder que nos colme… a Otto.
Sin embargo, se dice que el Vicepresidente del Ecuador se encuentra en constante campaña. Eso sería ruin en vista de la tragedia. Pero después del desprestigio a la política y políticos cultivado por años y en una emergencia de esta índole, el ciudadano necesita tener una figura política en quien confiar.
Aunque la gestión de Sonnenholzner tampoco satisface a los críticos de Facebook y Twitter. Esa antropofauna que está detrás del monitor, muchos, cipayos del correísmo que son los mismos que no se responsabilizan por nada y, ¿van a poder manejar una emergencia nacional si es que llegasen a estar en un cargo de administración pública? (risas).
El linchamiento es repugnante y solo habla de la enfermedad mental y fascismo del que lincha. Mejor, en estos días encerrados, repensemos la política sin protervos intereses o resentimientos divisorios.
Habrá descontento con la gestión del Gobierno, obvio, pero la verdad ni uno en el mundo lo está haciendo maravillosamente. Aquí podemos actuar mejor si formulamos una opción luego del totalitarismo necesario de la cuarentena: comenzando por vencer la ignorancia del pueblo, empoderándolo sobre su salud y su responsabilidad acerca de su conducta y su vida. (O)