Mangache es una palabra que recuerdo haber escuchado de niña. Mucha gente la usaba para calificar a quien no tenía buenos modales. No me imaginaba por entonces que en realidad ese era el nombre de un grupo social de la zona norte de Manabí, formado en la época colonial.
Las autoridades coloniales de finales del siglo XVIII exploraron zonas periféricas de la Real Audiencia de Quito, con la idea de incentivar nuevos rubros basados en manufacturas y agricultura, para incrementar las recaudaciones imperiales. Al mismo tiempo se buscaba identificar grupos libres, desparramados en zonas montañosas, para censarlos y endeudarlos, de manera que se vieran obligados a trabajar para algún pudiente, alrededor de la economía de la “pita”, artesanía de exportación.
El norte de Manabí, antes poco atractivo para la Colonia, fue habitado silenciosamente por grupos de afrodescendientes y zambos. En 1774 se registraron varios grupos de “mangaches”, palabra que, según los funcionarios, significaba cazadores o flecheros. El nombre también aparece en el Perú colonial, lugar donde lo relacionan con descendientes de esclavos originarios de la isla africana de Madagascar, cuyo gentilicio es “malgache”.
Más allá del nombre “mangache”, lo que hay que destacar es que este grupo étnico social se formó a partir de una cohesión y alianza entre “negros” libres e indios. En el caso de Manabí, se habría producido la unión entre afrodescendientes que bajaron desde el norte, con los indios Jama Coaque, quienes estaban activos cuando los españoles invadieron la costa. También hay registro en Manabí de descendientes de las “castas” mandinga, Angola, Congo y Guinea.
Nuestros mangaches fueron perseguidos y obligados a producir pita para el comercio exportador, sujetados por medio de deuda y presionados con una estrategia singular: impedirles el acceso a las salinas de Charapotó, condimento indispensable para la conservación de sus alimentos y para realizar intercambios de productos básicos.
En el paso del tiempo, los mangaches se fundieron con las comunidades rurales y se entreveraron en la sociedad manabita. Hoy están aquí, sin que ellos ni nosotros lo sepamos. (O)