El español del siglo XVI se conservó mejor en las tierras altas de América. Las tierras bajas recibieron más influencia del exterior, mientras en las montañas no se cambiaba mucho. Pero ese aislamiento no solo mantuvo los rasgos lingüísticos, sino además la cultura.
Por ejemplo, me informan que en partes de México también se conserva la expresión andina “¿Mande?”, como respuesta a quien nos llama. Tan antiguo es el término que ha pasado a Filipinas. En ese país asiático, cuatro siglos de colonialismo español dejaron huella.
Aunque los idiomas dominantes en Filipinas son el inglés (luego fue colonia de EE.UU.) y el tagalo (lengua nacional y nativa a un tercio del país), este último idioma tiene una cantidad de palabras tomadas del español, entre ellas “tata”, padre.
Pero hay más. Un idioma minoritario en Filipinas es el chabacano; ese mismo nombre nos indica que empezó como una deformación del español, con vocabulario hispano pero con gramática filipina, emparentada con el malayo y el indonesio. En chabacano se usa “mande” con la misma connotación que usamos en los Andes.
En el siglo XVI, una característica de los pueblos mediterráneos era el amor filial, el respeto a los padres. No se llegaba al extremo de Kung Fu Tse (Confucio) en China. Pero sí contrastaba esa reverencia a la familia de los mediterráneos con la frialdad del norte de Europa. El uso de “mande” demuestra la persistencia de ese sentimiento. En los últimos años, lamentablemente, algunos ecuatorianos han dicho que ese “mande” es de esclavos.
Nada tan equivocado; esos ecuatorianos que reniegan de sus raíces lo hacen por ignorancia. Lo peor es que unos pocos extranjeros residentes en Ecuador han empezado a decir lo mismo. Sepan ustedes, queridos lectores, que esa gente está equivocada y que su ignorancia va de la mano con su falta de respeto. Aunque en mi infancia no usé la palabra “mande”, la respeto mucho. (O)