Es bien conocido que entre el siglo XIX y XX la economía de nuestro país descansaba en la producción y exportación del cacao, cuya mayor producción, superior al 90%, se concentraba en la cuenca del Guayas, mientras en la zona norte de la provincia de Manabí se aportaba con el 7% (1893).
Mientras en la cuenca del Guayas predominó el monocultivo, en Manabí se desplegó una diversidad productiva relacionada con factores ambientales e históricos. El peso de la economía exportadora de la provincia descansó en la manufactura de sombreros de paja toquilla, lo que llama a reflexionar en relación al caso excepcional, en el que un producto con valor agregado se convirtió en la base de una economía regional, en un país que siempre ha dependido de la exportación de materias primas. Por otra parte, la provincia desplegó en el sur una economía de recolección de paja toquilla y tagua, lo cual llevó a la élite a desarrollar otras formas de apropiación del trabajo y de la producción. La hacienda comenzó a desarrollarse en el norte de Manabí a finales del siglo XIX, pero no predominó como unidad de producción ni tuvo los niveles de concentración de Guayas.
Aunque a lo largo del siglo XIX Manabí comenzó a formar un capital originario, ese proceso no derivó en la creación de bancos. La élite manabita creó un sistema de prestamistas, comisionistas, incluso de control de la convertibilidad de monedas extranjeras.
Mientras las élites regionales decantaban de una u otra manera sus tensiones por la apropiación y control del capital, los campesinos manabitas reaccionaron por la brutal presión para generar sobretrabajo bajo formas de servidumbre, el aumento de los precios, la escasez de alimentos propios y canalización de la demanda de productos importados; así, en esta tierra de riqueza ictiológica, era necesario importar pescado desde Perú.
Habría que confirmar si Manabí enfrentó de mejor manera la crisis cacaotera (1925), debido a su diversidad productiva y la variada forma de acceso a la tierra. Lo que sí sabemos es que en el siglo XIX y principios del XX, la élite controlaba la producción y comercio de exportación, y la clase social campesina estaba empobrecida, por lo que reaccionaba de distintas formas, entre esas la insurgencia, para oponerse a esa injusta realidad. (O)