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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Manabí, crisol de solidaridad

22 de abril de 2016

El terremoto del sábado 16, que asoló a la nación y muy especialmente a Manabí -la patria ancestral que cobijó mi infancia-, y la reacción del Ecuador, evidenció que la mayoría del pueblo quiere construir un lugar solidario, hermanado, que ni siquiera los hilos del azar ni  la aritmética electoral pueden romper. La fraternidad nacional ha hablado fuerte, sentida, y sin ambages, con una constante férrea y multitudinaria de una inmensidad espiritual que nunca será domada, para ir en auxilio de los hermanos -coterráneos nuestros- de aquel terruño admirado y amado desde siempre, por la actitud generosa de sus ciudadanos y ser la cuna del ínclito general Eloy Alfaro.

El forzoso aunque leve espacio de meditación, que implica la pausa elemental luego del desastre, nos ubica en la senda necesaria de la acción, el trabajo y acudir en la ayuda sustancial de nuestras gentes, sin olvidar cómo en un minuto puede torcerse el coexistir de ciudades y de sus habitantes. Detalles que se nutren del infernal momento del seísmo, me duele repetirlos, están allí. Son los gravísimos dolores por  pérdidas humanas y de destrucción de los bienes adquiridos en toda una existencia por seres honrados, laboriosos, que han labrado sus vidas con infinitas gotas de sudor y de lágrimas. Y la respuesta de la población ecuatoriana ha sido con el mayor de los altruismos y con la esplendidez de dignidad que merece el  conglomerado manabita, estoico y rebelde, jamás vencido.

No tengo la menor duda de que la población de mi provincia saldrá avante de esta aciaga calamidad que la aflige, y con su coraje conocido, la acción del gobierno de la

Revolución Ciudadana, y la hermandad de compatriotas de dentro y fuera del país prevalecerá, De muchos rincones fraternos del orbe: Colombia, Venezuela, Cuba Bolivia, México, España, Panamá, Perú, llegaron contingentes de rescatistas con variadas experiencias en ese campo, para enfrentar la obligación máxima y urgente, la salvación de los desaparecidos o búsqueda de los fallecidos. Muchos Estados han entregado mensajes de condolencia de aprecio y ofrecimientos de ayuda, como el de Chile. La UE se ha pronunciado a favor de Ecuador y organismos de la ONU generarán asistencia especializada.

Se han movilizado equipos de prensa para informar los hechos de la desgracia, unos serios y otros de pocas ideas y múltiples mañas. Aunque flotan en plataformas virtuales clowns disfrazados de políticos y gacetilleros, capaces de las mayores falacias, hay que dejarlos en su albañal. Las tareas y el momento por el que camina la tierra manabita requieren dejar de lado a quienes en tarea criminal crean el clima pesimista y el desasosiego para desgastarnos y que olvidemos la tarea sagrada y perentoria de salvar vidas y reconstruir las regiones afectadas. El dislate de un sociópata que con voz cavernaria recorre las redes sociales, anunciando mayúsculas desdichas, es felizmente rechazado por todos y solo es una muestra de la esencia siniestra de unos pocos. El tiempo del debate comicial llegará, aunque será difícil, dada la calidad intelectual oposicionista.

Hoy es el tiempo de la solidaridad. La convoca un linaje de historial heroico, una circunscripción que llegó al siglo XXI cubierta de la gloria de haber sido protagonista de la Revolución Liberal y el luto generado por el crimen del Ejido, pero con el espíritu heredado de los montoneros alfaristas superará este período atroz, injusto, generado desde las entrañas de la naturaleza que se ensañó con tenebrosidad con hombres y mujeres justos. El temor se apaciguará, el terror cesará. Lo sombrío de tangibilidad maligna de la hecatombe no se olvidará, pero el alma manabita vencerá. (O)

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