Parece que el tema ambiental abarcado en artículos anteriores no podía venir en mejor momento. Mientras la familia Pérez trata de probar que papito era un santo y Humala le gana las elecciones a El Comercio, el señor Carlos Marx Carrasco se ha encargado de hacernos la vida un poco más costosa. Hay un nuevo impuesto al rodaje, un nuevo impuesto a las fundas y las botellas, sin contar los diplomados que hemos tenido que sacar para declarar nuestros propios impuestos.
Y la gente se queja. ¿Acaso no pagamos ya un impuesto al rodaje: la matrícula? ¿Acaso no pagamos la revisión vehicular? ¿Acaso no pagamos por la emisión de gases? La industria se queja. ¿Quién va a asumir los costos del impuesto? ¿Debemos asumirlos nosotros y chantárselo al cliente? ¿Quebraremos? En fin, a nadie le gusta que le metan la mano en el bolsillo. En otras palabras, a todos nos gusta cuidar el medio ambiente hasta que implica cuidarlo a través de nuestro bien trabajado dinero.
Uno se pregunta: ¿Tanto ha bajado el precio del petróleo que nos llenan de impuestos? ¿Tanto se gasta este régimen en burocracia? Entonces es importante entender la finalidad. Porque, sinceramente, mi primera reacción fue sumar un dardo más a mi foto de Carlos M. Carrasco. Para los economistas ultrarracionales de algunos medios de comunicación hay dos opciones: subir los precios o subir los precios. Propongo una tercera.
Asumamos, para comenzar, en buena fe el impuesto. Cualquiera que sea nuestra reacción, igual tendremos que pagar. Pensemos, ahora, en los cientos de fundas que tenemos almacenadas en el cajón de la cocina. En los miles de fundas que utilizamos y luego desechamos, sin más cuidado. Pensemos en cada ocasión que vamos a comprar, por mínima que sea la compra, y la funda que recibimos. Ahora pensemos que cada una de esas fundas nos será cobrada. Refunfuñaremos. Maldeciremos. Iremos con la misma funda (antes gratuita) para nosotros mismos proporcionarla, o cualquier sustituto de tela; comentaremos cómo antes este atropello no sucedía; le echaremos la culpa a este Presidente que castiga siempre al más pobre. Sus compras llegarán a la casa. La naturaleza se lo agradecerá.
Cambiaremos nuestros hábitos de consumo. Buscaremos la alternativa “verde”, que no paga impuesto y resulta más barata. El mercado (de los carros, de los plásticos, etc.) tendrá que evolucionar, sumarse a la causa. Deberemos asumir nuestro rol en el cuidado del medio ambiente. En fin, de a poco nos acercaremos íntegramente al Sumak Kawsay.