Siempre he considerado que la ingratitud es uno de los sentimientos más desagradables que puede sentir el ser humano. Gracias al conjuro de la ingratitud se puede, de primera mano, descubrir el significado de vocablos como: cinismo, soberbia, arrogancia, deshonestidad, hipocresía, doble moral, envidia, recelo, e infinidad de sinónimos, al no reconocer que el expresidente del Ecuador, Jamil Mahuad Witt, fue el líder y motivador, que inspiró a sus equipos para realizar un excelente trabajo en dos hechos concretos, sin parangón en la gestión ejecutiva, desde el regreso a la democracia.
Ecuador y la historia, lo han sido con el expresidente al no darle un sitial preponderante, quien como hombre, pagó un precio alto por tomar decisiones que cambiaron para siempre la realidad de Ecuador, al traer el bien deseado de la paz para las nuevas generaciones y la dolarización, piedra angular de la economía del país.
El carismático político y hoy académico pudo haber cometido errores pero queda la certeza que Mahuad, con una serie de cualidades inherentes o aprendidas, con sus conocimientos, capacidad para tomar decisiones y gestionar en crisis, fue la persona que en calidad de presidente de los ecuatorianos, en la ciudad de Brasilia, el 26 de octubre de 1998 y Alberto Fujimori, presidente del Perú, firmaron el Acta Presidencial de Brasilia. El documento contiene un acuerdo amplio de Integración Fronteriza, Desarrollo y Vecindad, que constituyen una redefinición de la naturaleza y las relaciones entre ambos países fronterizos, convirtiéndose en socios estratégicos que encaran juntos, mediante la cooperación y la integración fronteriza, retos comunes de orden social y económico.
Tras la firma de la Paz, la relación entre Perú y Ecuador cambió de forma muy positiva. A diferencia de lo que sucedía en el pasado, la percepción que existe en la actualidad entre peruanos y ecuatorianos es distinta, y aunque entre países vecinos siempre pueden darse problemas, la Paz no solo alejó cualquier escenario bélico, sino también ha generado oportunidades para el desarrollo conjunto de los dos países. Esta voluntad y decisión política de los gobiernos y presidentes posibilitaron que el Plan Binacional, Capítulo Ecuador, continué su gestión hasta el 2024
A dos años del histórico cuerdo, llegamos al 9 de enero de 2000, cuando el presidente lojano, anunció la dolarización. La medida redujo la inflación y el desempleo, el salario mínimo pasó de 49 dólares a 525 -aunque no fue una “solución inmediata”. Ese mismo debate por la dolarización que hace 23 años tuvo lugar en Ecuador hoy lo tiene Argentina, en plena campaña electoral y en medio de una crisis económica profunda.
Apenas once días después de instrumentarla, la crisis social y un golpe de Estado expulsaron al mandatario del poder. Se instaló en Estados Unidos. Jamás volvió. Desde Boston, el catedrático de Harvard, en una entrevista a un medio internacional, advierte que la dolarización es ‘’una medida extrema para una economía descontrolada. Desde luego, el exalcalde de Quito, de 74 años, no se considera predicador de ese régimen monetario.
Mahuad recuerda el rol fundamental que tuvo el ex superministro de Economía de la gestión de Carlos Menem, Domingo Cavallo (“Mingo”, para él), en la dolarización ecuatoriana. “Si puedo devolver la ayuda de alguna manera, me encantaría”, dijo a uno de los importantes medios de comunicación argentinos.
Explica que hace 23 años está fuera del país, porque el (expresidente Rafael Correa) ordenó a los jueces que reabrieran un proceso que le hicieron por haber aplicado el corralito -ocurrido diez meses antes de la dolarización-, que no es delito.
En nuestro país, la inflación se ha mantenido en un solo dígito por más de 20 años. Ahora, está en alrededor del 2%, más baja que la de Estados Unidos. La economía de Ecuador decreció un poco más que el promedio de América Latina y el Caribe durante la pandemia y se recupera lentamente. Esto se explica porque en los años 2021 y 2022, Ecuador, a diferencia de la mayor parte de países de América Latina, hizo un ajuste fiscal muy severo, al pasar de un déficit de 5,8% del PBI en 2020 a un superávit de 1,5 % en 2022.
La medida tomada hace veinte y tres años tiene el 86% de aprobación entre los ecuatorianos y a pesar de intentos de algunos politiqueros, nadie quiere volver al sucre ni experimentar con otra moneda.