La vida de Marie Curie (1867-1934) es, para los investigadores, un ejemplo de trabajo, disciplina y superación. El 7 de noviembre se conmemoró el 144 aniversario de su nacimiento. Fue pionera en el estudio de las radiaciones y la primera investigadora que recibió dos premios Nobel, uno como física y otro como química. Los estudios de los elementos polonio y radio, sus propiedades y efectos, así como el aislamiento del último, determinaron sus galardones.
El libro biográfico “Madame Curie”, escrito por su hija Eva, es realmente estimulante. Habla sobre su valor y perseverancia, la pobreza en que vivió en su natal Polonia, sus esfuerzos para viajar a estudiar en París hasta convertirse en la primera profesora mujer en la Sorbona, primera doctora en Ciencias y, tras su muerte, tener un lugar en el Panteón de París.
El legado de Marie es excepcional. Nunca patentó sus hallazgos y los puso a disposición de la humanidad, rechazó lucrar de los conocimientos, promovió el uso de la radiación con fines beneficiosos y médicos; a nivel familiar su ejemplo fue tan impresionante que su hija Irene recibió el Nobel de Química por el hallazgo de la radiación artificial.
La radiación tiene múltiples aplicaciones médicas, industriales, investigativas; sus beneficios para la humanidad son inconmensurables. Los estudios actuales sobre radiación revelan que es altamente dañina si no se la controla o si las personas se exponen a ella sin protección. Produce cáncer y muta el material genético, determina abortos e hijos con malformaciones. Un aborto de Marie, así como su muerte, a los 67 años, se atribuyen al contacto con las radiaciones.
Lastimosamente, y pese a su clara oposición, los trabajos de Curie también dieron origen a investigaciones de terror radioactivo que han determinado la hegemonía bélica fundamentada en el núcleo atómico. Las bombas atómicas son una muestra del poder de la radiación. Se estima que existen entre 10 mil y 60 mil bombas atómicas en el planeta, concentradas en 10 países, dueños omnipotentes de su uso bélico. La última bomba desmantelada en USA era 600 veces más potente que la de Hiroshima, que mató a 240 mil personas y dejó secuelas hasta la actualidad en un número similar de habitantes.
Hoy los usos de la radiación están limitados a los países que califiquen como “dignos de la energía nuclear”. La radiación y la energía nuclear se han convertido en un buen pretexto para descalificar gobiernos y justificar invasiones. Los anhelos de Madame Curie de su uso pacífico se han diluido en el tiempo, mas no su ejemplo de vida.