Es como la pesca del día en los restaurantes finolis. Le preguntás al mozo y el mozo te cuenta. “Hoy tenemos pez espada de la costa ecuatoriana, chicos”, dice. “Es merluza, jefe”, te informa. Lo segundo es más probable que lo primero. Con cada razzia policial pasa lo mismo. Te cuentan algo chic pero es lo mismo de siempre: pesca con medio mundo. Sin embargo hay que reconocer que la última vez, el miércoles 24 de octubre, se esmeraron con el marketing.
A Ignacio Levy, de La Garganta Poderosa, lo detuvieron en Carlos Calvo y Lima, a 15 cuadras del Congreso que tomaría por asalto la subversión internacional para quemarlo. Levy quedó como el tirador de piedras más potente de la historia. Ni el discóbolo de Mirón (siglo V antes de nuestra era) debía ser capaz de arrojar un cascote a un kilómetro y medio de distancia.
Al turco Anil Barán lo apresaron en Humberto Primo. La calle tiene ese nombre en homenaje al rey de Italia entre 1878 y 1900. El rey convalidó el asesinato de cien anarquistas en la masacre de Bava Beccaris, en 1898, llamada así por los apellidos del general que la comandó. Después un anarquista vengador, Gaetano Bresci, mató al rey. El turco, es obvio, no pasaba por ahí casualmente. Lo prueba el posteo de Facebook filtrado por los ministerios de Seguridad de la Nación y de la Capital Federal: ahí está Barán junto a la estatua de Ernesto Guevara en Alta Gracia. Los conspiradores suelen hacer eso. ¿El turco será kurdo? Sería más expulsable aún por sospechas de pertenecer a la RAM, la organización kurdo-mapuche que desvelaba a Patricia Bullrich mientras Santiago Maldonado moría en medio de un operativo ilegal de la gendarmería.
El paraguayo detenido, Luis Fretes, tiene hijos. Fernando Lugo, el obispo de izquierda derrocado por un golpe en 2012, también.
¿Se entiende? Bolches a Moscú, moishes a Israel, paraguas a Asunción. Difusores de Cambiemos más marquistas que Marcos afirmaron en estos días que los dos venezolanos detenidos, los hermanos Felipe y Víctor Uleo, no eran emigrantes económicos convertidos en motoqueros flexibles. Serían miembros de los servicios de inteligencia de Nicolás Maduro. Es decir:
Maduro ordenó entrenar a dos venezolanos para que se hicieran pasar por emigrantes y vinieran a Buenos Aires a tirar piedras.
La acción podría haber cambiado el curso de la votación del presupuesto. Pero la cacería llegó a tiempo. Los guionistas israelíes de “Fauda” ya están buscando al espionaje de Maduro para escribir otra serie. Y la directora de la CIA
Gina Haspel monitorea por satélite toda acumulación sospechosa de cascotes en el universo. Incluso los meteoritos. La pesca del día cumple funciones de humo negro especial para cortinas.
La votación de un presupuesto redactado por la directora del FMI Christine Lagarde, su enamorado Mauricio Macri y el ministro Nicolás Dujovne debía ser tapada por una cortina de humo. Seguramente con la ayuda de algún delirante suelto, que siempre existe, aparecieron las piedras en el aire. La marcha debía ser disuelta para que el voto no quedase asociado a una protesta sino al caos. La represión fue la pertinente cortina de humo. Negro. Culpables simplotes debían condimentar la represión. La cortina de humo, negro, fue la selección de extranjeros. El grito deportador fue lanzado por el senador Miguel Pichetto y el ministro Rogelio Frigerio, casualmente los mismos que negociaron el apoyo parlamentario a la ley de presupuesto. Bien a la moda de Jair Bolsonaro, por poner un ejemplo cercano, el Gobierno es fiel a su técnica de inventar chivos expiatorios. Es la vieja idea de instalar un mal fuera de la sociedad para que el odio encubra a los verdaderos responsables de cada problema.
El director Spike Lee acaba de mencionar el mecanismo en Madrid, donde estrenó su película Infiltrado en el Ku Klux Klan. “Los inmigrantes son el chivo expiatorio del fascismo”, dijo.
A veces hasta tipos insospechables de fascismo como Pichetto y Frigerio pueden usar mecanismos horribles. Por eso, ya que no lo son, mejor que frenen a tiempo: después vienen las barbaridades y es tarde. (O)