El Ecuador amaneció con esperanzas luego de la justa electoral del pasado 11 de abril. Unas esperanzas que no deben ser defraudadas, por ello el peso del triunfo para el candidato ganador reviste la necesidad de construir equipos de trabajo idóneos para enfrentar tamaña responsabilidad, así como pensar en la viabilidad de las ofertas de campaña en un país que tiene tantos problemas, cada uno más acuciante que el otro.
La campaña electoral recogió muchas de las aspiraciones de los votantes, por ello podríamos decir que fue una campaña aspiracional, en la que cada uno de los votantes se vio reflejado y se sintió impulsado a tomar una decisión.
Los retos son enormes y tienen que ver con las funciones específicas del poder ejecutivo, pero también deben ser los conductores de los diálogos que apunten a una gobernabilidad, al fortalecimiento de la institucionalidad democrática, a recuperar la fe en los gobiernos y en las personas.
Por supuesto que Guillermo Lasso, el nuevo presidente electo de los ecuatorianos, deberá enfrentar simultáneamente problemas tan graves como la emergente situación de salud que vive el país, y no solo por la pandemia del Covid-19, sino por la catastrófica situación de los hospitales públicos en los que ha campeado la corrupción y el mal manejo, pero también el sistema integral de las vacunaciones que requieren los seres humanos, particularmente los niños, es un tema que no puede descuidarse.
En el mismo ámbito social, la educación atraviesa por una crisis profunda, una previa a la pandemia, pero que se ha visto agudizada por la misma y que requerirá decisiones radicales que cambien el esquema, que den una salida a las demandas de cobertura y calidad que son un requisito determinante a la hora de pensar en un abordaje en ese campo.
La generación de empleo es otra de esas urgencias, los jóvenes lo necesitan para cristalizar sus anhelos, pero también para mover el aparato productivo del país. La seguridad aparece también como afectada por la urgencia de todo lo que se debe hacer, porque sin ella no es posible realizar todas las otras tareas.
La hora del triunfo debe celebrarse, y hacerlo con entusiasmo, pero siempre sin perder de vista que los triunfos vienen acompañados de responsabilidades, de deberes en los que no se debe fallar.