Hace una semana, el Gobierno de Ecuador anunció la firma de un nuevo Tratado de Libre Comercio con China, sumándose a los esfuerzos de poder cumplir con “poner más Ecuador en el mundo”, seguido de algunos esfuerzos del gobierno local de acrecentar su línea de exportación de sus productos primarios y más atractivos al mundo.
En la simple lectura del último tratado y a diferencia del suscrito con Corea del Sur y Costa Rica, la propiedad intelectual y la tecnología en general se ven aún excluidas por la baja incidencia que tiene Ecuador en su producción en esos mercados. Más aún, se incentiva el intercambio y compra de productos sin aranceles en mercados primarios como frutas, flores y camarón. Seguimos vendiendo cual plaza rural.
El beneficio de esto y otros ejemplos denota en los países su interés de afianzar sus lazos coyunturales en materia comercial para afianzar mercados internacionales donde se posicionen los productos del país. Pero, ¿quién se beneficia de esto?, pues la gran empresa con la suficiente capacidad de poder exportar.
En general, Ecuador sigue siendo un país de micro empresas que sobreviven al diario, sino es al minuto. Su gran número de supervivientes (micros y mediados empresarios), subsisten sobre la venta de productos y servicios sin mayor contemplación de los créditos de alto costo, mano de obra hiper regulada y barreras de salida propias del sistema aduanero local con muchas deficiencias y altísimos costos.
Por lo tanto, los grandes beneficiados de las exportaciones son los empresarios que ya pasaron por la barrera del crédito y se volvieron auto sustentables, suscribiendo contratos de la compra de producción interna, en caso de escasear el stock requerido para cumplir con sus pares internacionales y en beneficio de estas medidas. Hay que tener cuidado en que los grandes empresarios se vuelvan intermediarios de los mercados beneficiados, reuniendo más capital para sí mismos y enterrando al mediano y micro empresario a su suerte eterna.
Lamentablemente, el sistema empresarial ecuatoriano aún no tiene una regulación estable para diferenciar las reglas de juego entre el más grande, el mediano y, el pequeño. Todos mantienen las mismas reglas, con algunas excepciones como los regímenes tributarios que cambian indiscriminadamente.
El Ecuador es un país con dólares, y únicamente con esta moneda, por lo tanto, existe un número limitado de dinero en el país, y por lo tanto el camino que ha tomado el gobierno de salir en carrera al mundo para captar ingresos frescos y abundantes, es el camino que se debe seguir en estas circunstancias. Pero lo que debe evitarse es que, la entrada de esa riqueza solo caiga en el 3% de grandes empresas y, para eso, la competencia en un sistema más flexible y de riesgo es necesario.
Aún hay que alzar la mirada a los problemas internos que Ecuador presenta cuando de credibilidad interna se trata, los negocios se hacen por medio de un elemento bastante sencillo: la confianza. En estos meses, el país ha dado gala de sus problemas internos y los cambios normativos tributarios generan más dudas que certezas, por lo que la venida de empresas y el establecimiento de operaciones con una visión a largo plazo aún sigue siendo un dilema.
Entonces, las bendiciones de los Tratados de Libre Comercio se vuelven demonios, pues en estas circunstancias solo crean una inequívoca ruptura y distanciamiento a una clase media cada vez más golpeada donde se concentra la mayoría de micro y medianos empresarios, alejándola de una gran empresa que copta casi todo el mercado, lo concentra y lo asume para sí mismo, pues no tiene competencia real.
Si la opción es que las inversiones externas afecten positivamente al mercado local para que se incremente la riqueza y, por lo tanto, el crecimiento proporcional de puestos de trabajo, la riqueza debe ser repartida y para eso, la estructura empresarial no solo requiere de una Banca de riesgo, sino que el sistema político interno genere confianza.
Este puede ser el inicio de una gran oportunidad o la continuación de un gran oportunismo.