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El Telégrafo
Alicia Galárraga

Los tíos también violan

31 de enero de 2021

Utilizaré el nombre de Vanessa para narrar lo que me sucedió. Tengo veinticinco años y soy oriunda de una ciudad de Manabí. Hasta el treinta y uno de diciembre del 2020, vivía con una tía y su esposo en Guayaquil. Ese día viajé con mi tío político desde esa ciudad hasta mi provincia natal para pasar las festividades de fin de año en familia. Ese viaje cambió mi vida para siempre.

Acepté un vaso de licor que mi tío político me brindó. No bebí, sino que lo llevé conmigo. En el trayecto, él bebió de forma abundante. Yo, por mi parte, me limité a mojar mis labios en el licor para no ser descortés. De todas formas perdí el conocimiento y el próximo recuerdo que tengo es al interior del garaje de un motel.

En ese garaje de motel, estábamos mi tío y yo en su vehículo. Él estaba encima mío abusando de mi. Yo estaba desorientada y luchaba contra él que insistía en penetrarme:

-Tú sí quieres-decía, mientras forcejeaba para abrirme las piernas.

Me puse a pedir auxilio a gritos porque por las rendijas de la puerta del motel se veía personal de servicio muy cerca de mí. Pasaron alrededor de veinte minutos hasta que por fin abrieron la puerta.

En ese transcurso de tiempo, yo había llamado al 911. La policía llegó y aunque se halló a mi tío político en delito flagrante, no está detenido. Solo debe presentarse cada viernes a una dependencia judicial y tiene prohibición de salida del país. Tampoco me hicieron un examen para determinar si había sido drogada con alguna sustancia como escopolamina.

El examen físico, por su parte, recoge la violencia con la que mi tío político actúo. Los golpes y contusiones que me propinó, se encontraron incluso en la parte exterior de mi vagina. Estas son las palabras textuales del informe: “las lesiones genitales son consecutivas a la acción traumática contusa que incluye mecanismos de presión y fricción de objeto con borde aristado”.

¿Qué necesidad tenía mi tío de actuar con saña, de golpearme, de lastimarme, si yo estaba inconsciente? A pesar de las pruebas contundentes, hay quienes me señalan como culpable. Sí. Tengo la culpa. La culpa de confiar en alguien con quien me crié. La culpa de no intuir el peligro. Porque así nos han educado a las mujeres. Por siglos. (O)

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