El conocido consultor político para propósitos electorales, Jaime Durán Barba, dice en su libro El Arte de Ganar: “El electorado está compuesto por simios con sueños racionales que se movilizan emocionalmente. Las elecciones se ganan polarizando al electorado, sembrando el odio hacia el candidato ajeno… El papel de los medios es fundamental, no hay que educar a la gente. El reality show venció a la realidad” (Ecuadorinmediato.com.30/10/2017) (www.resumenlatinoamericano.org).
Aunque la analogía con los simios parecería destruir la categoría de lo humano, tendríamos que aceptar que, en efecto, somos de la especie de los primates instintivos y sentimentales, con la diferencia sustancial del habla y la escritura y, por lo tanto, la capacidad de codificar y recrear ideas sobre el mundo que queremos, para resolver el problema material-espiritual de respirar, alimentarnos, amar y ser amados. Por lo tanto, los “simios” puramente sentimentales no existen, son un deseo de experimentadores de la comunicación instrumental no social, que sueñan con un mundo emocional manipulable. De serlos, no existiría la cultura como complejidad creativa y dialéctica, ni habría, por supuesto, estrategas de la comunicación política.
En Ecuador se llevó a cabo una consulta y referéndum sobre temas políticos-institucionales, que incluyó por primera vez, entre siete preguntas, cuestiones de tipo moral. Para sorpresa de muchos y contradiciendo quizás a la teoría simioemocional, la provincia de Manabí votó de manera diferente al resto del país; votó, además, discrecionalmente en cada pregunta y de forma diversa en los 22 cantones, y aun en algunas parroquias. Incluso en la pregunta moral, en la que se consultaba sobre la corrupción, aunque en los totales provinciales ganó el Sí, hubo casos excepcionales, como el de Manta, Rocafuerte, Pedernales, Jama, Jaramijó y Montecristi, en las que ganó el No. Erran quienes pretendiesen juzgar a la sociedad manabita por simples variables morales convencionales, ideológicas, socioeconómicas o posterremoto.
Tal vez acierten quienes busquen entenderla en el contexto de su historia de región periférica, que reaccionó a la penetración extremadamente violenta del Estado central desde el siglo XVIII, lo que habría dado lugar a estrategias políticas propias dentro de estructuras cacicales, y a la construcción de valores transversalizados por el principio de dones y contra dones, justicia y lealtad, dentro de los parentescos ampliados. Quizás la respuesta sobre Manabí sea simple: tal vez su electorado periférico esté compuesto por homo sapiens emocionales cotidianos que, interesados en la política, se movilizaron racionalmente mirando desde la periferia el reality show. (O)