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El Telégrafo
Ramiro Díez

Historias de la vida y del ajedrez

Los secretos de la radio

Historias de la vida y del ajedrez
26 de noviembre de 2015

No es fácil imaginar lo que sucede en una cabina de radio y todo lo que puede desencadenar en la vida real. Hoy, cuando el periódico y la televisión empiezan a ser consideradas tecnologías obsoletas, la radio, humilde, no está en esa vía de extinción. La razón es simple, dicen los psicólogos de la comunicación: a las personas nos gusta que nos hablen, que nos canten, que nos cuenten historias. Y hubo una época de oro en la que la gente de radio contaba historias. Y lo que sucedió en un país latinoamericano es para no olvidar.

Era el tiempo de las radionovelas que paralizaban la ciudad. No había televisión, ni internet, ni nada que se le pareciera. En las noches el silencio era roto por un solo coro que salía de las casas. No eran oraciones, sino la misma radionovela que todos escuchaban a la misma hora, en medio de un respeto casi religioso. Era importante saber si la heroína sería rescatada por su amado, o si el héroe había sobrevivido al disparo del malvado que le había tendido una emboscada la noche anterior.

Pero desde el punto de vista técnico no era fácil. Eran historias con disparos, rugidos de leones, motores de autos, tormentas, besos, galopes de caballos, multitudes enfurecidas, cristales rotos, perros que ladraban. Y todo era mentira, porque no podía suceder todo aquello en 10 metros cuadrados, pero tenía que sonar verdadero. La magia no podía fallar.

Y claro, los oficiantes de aquel universo sonoro eran los actores. Cada uno un brujo, un impostor, capaz de convencer de que era niño o ladrón, generoso, pícaro, loco, seductor, sabio, inocente o lo que fuera. Y tenía que hacerlo en vivo, sin posibilidad alguna de error. Y un día llegó la muerte.

Uno de los actores escuchó que el narrador central decía: “Lázaro Batallas murió en el combate. Una espada enemiga le había atravesado el pecho”. Y vino el corte comercial. En ese momento el actor supo que él, que en la radionovela se llamaba Lázaro Batallas, se quedaba sin trabajo. “Mi mujer, mis dos hijos, el alquiler…” Entonces esperó el fin de la pausa comercial, y cuando se reinició la radionovela, en medio del combate, él empezó a gritar: “!No he muerto, no he muerto… ¡Aquí estoy, herido, pero vivo y combatiendo! ¡Sigo vivo! !Soy Lázaro y resucito!..”. Como la representación era en vivo y en directo, Lázaro siguió en el reparto, con su sueldo precario, y los oyentes exigían su presencia por su heroísmo. Era maravilloso que con una espada atravesada en el pecho, Lázaro siguiera combatiendo a los malvados.

En el ajedrez desalmado no existen milagros. El final es el final.

1 DxA  DXD

2: A4A jaque y fin.

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