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El Telégrafo
Juan Francisco Román

Los reyes caídos

10 de agosto de 2021

Vamos a transportarnos en el tiempo, y deberemos sentir, una vez más como la historia de una rebeldía natural, nos ha hecho caer en la misma piedra, bajo los mismos conceptos, con la certeza y esperanza que esto, algún día cambie.

Inicia agosto de 1.809 en una polvorienta y seca tarde de Quito. Solo existen algunas casas levantadas con lodo y estambre, indígenas cargando kilos inmensos de productos en su espalda dirigiéndose en la plaza central donde se levanta una enorme catedral. Estamos frente a la iglesia de San Francisco donde Cantuña aún está presente, escurridizo entre las piedras volcánicas que sostiene un mercado de gritos, olores y gente.

Escuchamos por ahí el acento español de la Guardia Real con otros llamados criollos caminando mientras niños corretean de su madre que los persigue para bañarlos. Un monte vigila los movimientos de la ciudad, le dicen el guagua Pichincha, a esta ciudad la denominan Quito.

Entre esas casas polvorientas, unos cuantos están reunidos, esos que son la mezcla de una raza nueva y naciente, los mestizos, que no son de aquí ni de allá. Están planeando algo, porque han escuchado de cartas traídas de Guayaquil que en España las cosas no van bien, un tal francés de apellido Bonaparte tiene en sus manos a los reyes de España.

  • ¡Es nuestro momento! Dice uno de ellos, golpeando a la mesa de madera oscura.

Son los que se llamarán próceres de la independencia que planean con astucia e inteligencia tomarse el poder a la fuerza de una ciudad donde la autoridad descansa. El inicio de lo que concebimos como patria, se está cuajando.

El 10 de ese mismo mes, la primera intentona para derrocar a quién mantiene las reglas de juego en una sociedad naciente, pero esta queda apagada. Es que las fuerzas no les dieron, se levantaron pocos, aún hay temor. Están apresados.

Son ellos, los próceres de la independencia. Los asesinan a vista y paciencia de todos para demostrar que el poder puede apagar los gritos de insurrección ¡Santo sacrilegio querer irse en contra de quién manda!

¿Les suena familiar? Es una coincidencia nefasta que continúa repitiéndose una y otra vez. Es que estoy caminando ahora en tiempo presente y sigo viendo lo mismo. Los barrios quiteños mantienen alejada la ansiada igualdad que queremos recordar nos dieron. Sumidos en una profunda crisis política donde dos caballeros se denostan y parten a los barrios convirtiéndolos en bandos. La “gente de bien” y la “gente del pueblo”. Me gustaría que nos veamos como los quiteños que somos.

No, nada ha cambiado, el tiempo no evolucionó en una ciudad hermosa donde podemos regresar fácilmente a tiempos antiguos con solo caminar por su centro y en el mismo día entrar en la modernidad y bajar la cabeza, porque, si bien existen nuevas y modernas edificaciones, aun mantenemos una lucha pactada que solo cambia de nombres y apellidos, pero que, a la final, sigue siendo la misma pelea de siempre por el sucio poder y ya no por la libertad.

Este es un año especial. Estamos saliendo de nuestras guaridas porque la pandemia algo se ha mejorado y necesitamos trabajar, pero al salir desesperados a poner un plato en la mesa, nos topamos con una realidad insoportable. Nuestros líderes, la gente por la que votamos democráticamente aprovechando el regalo de aquellos que murieron nos entregaron llamado libertad, ahora se siguen peleando.

Podemos sacar nuestras banderas y pegarnos el pecho por el pasado, sin embargo, no podemos decir que hemos aprendido y que existe unidad política, pues el pan nuestro de cada día es levantarnos a escuchar a todos, hablar de todos, contra todos.

Debería ser más enérgico en decirles que el significado de llamar a una ciudad “Luz de América”, es una responsabilidad histórica de dar el ejemplo de perseverancia, patriotismo, unidad, y aceptación de naciones. Una responsabilidad que nadie ha querido asumir.

Quisiera darles un poco de aliento libertario, porque, a la final, el ser humano ha buscado liberarse de sus propios verdugos y estos verdugos vienen vestidos de varios ropajes, tienen el mismo fin. Dividir y vencer.

Quito dio la luz que iluminó el camino a la libertad de todo un continente, y por quiteños me refiero a la conformación de esta sociedad nuestra y autóctona que se formó por afrodescendientes, indígenas, mestizos, venezolanos, limeños entre otros más, es que debemos regresar a ver a la Real Audiencia de Quito. Fuimos cosmopolitas y así nos conformamos ¿Cuándo nos volvimos tan excluyentes, tan separados, tan odiosos, tan infelices?

Que América no nos regrese a ver el 10 de agosto, por favor, que no escuchen lo que nos está pasando. Que no escuchen que la ciudad que inició el fuego que alcanzó la libertad de todos, ahora es una pugna entre dos personas que no se ponen de acuerdo en reconocer que esta ciudad no les pertenece, que no tiene dueño, que es de todos, que es de América.

Quito no tiene rey, ni dueño, es un concepto de patriotismo en si mismo. Pero es manejado aún por reyes que luchan mantener el poder para sí mismos.

Si, ellos, los reyes caídos.

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