Pedro Castillo un indígena católico, maestro rural que “se atrevió” a llegar al poder rompiendo los esquemas y paradigmas de esa sociedad virreinal peruana. Llega al poder a gobernar un Perú dividido con el discurso de la izquierda radical. Llega con enormes desafíos superando a los de cualquier candidato blanco o mestizo latinoamericano.
Con paciencia y humildad esperó los resultados oficiales del organismo electoral. Finalmente ganó a Keiko Fujimori de Fuerza Popular, representante de la derecha peruana. Esta candidata fue la principal incitación a que el gran electorado peruano se incline a favor de un desconocido y llegue al palacio presidencial.
El electorado votó a favor de este profesor rural proveniente del campesinado postergado como una suerte de apuesta a ver qué pasa en el futuro de ese país que para muchos sigues siendo un virreinato hispánico y una quimera aún rememorada como el Tahuantinsuyo.
La candidata japonesa no pudo desembarazarse del legado de su padre como uno de los más conspicuos representantes de la corrupción política, social, económica y moral.
Con el favor de 50,12% de los votos se impuso la propuesta de Castillo. Una propuesta con un fuerte componente estatista en cuanto al manejo de la economía peruana. Sin embargo, ésta contrasta con su discurso conservador en cuanto aspectos sociales. Sobrepasa el cumplimiento de los derechos humanos al extraerlos de toda propuesta de política pública llevándolos al campo limitado de las creencias religiosas y morales. Este conservadurismo coqueteó con los sectores más tradicionales de la sociedad peruana al manifestarse contrario, por ejemplo, a la eutanasia, al aborto, al matrimonio de personas con mismo sexo y hasta su anuencia a la pena de muerte.
Al mismo tiempo, tratando de captar el respaldo de amplios sectores ciudadanos, Castillo también ha prometido "garantizar la estabilidad jurídica y económica del país".
Lo complicado está en entender cómo lograr esa estabilidad jurídica y económica si se manifiesta contra la actual constitución por "promover excesivamente la economía de mercado" cuando es sabido por todos, que ésta, por el momento, es la única fórmula frente al estatismo. De la misma manera es totalmente comprensible que tenga la intención de revisar la Constitución de 1993, expedida por Alberto Fujimori, por haber permitido la tolerancia frente la corrupción.
Representa un gran desafío el superar la tentación de cambiar la actual Constitución inspirada en los principios de constituciones del socialismo del Siglo XXI. Sería desastroso para el continente que se extendiera está tendencia junto a la Argentina o al probable futuro constitucional comunista de Chile y Colombia y teniendo como modelo a Venezuela y Cuba.
Constituye un singular desafío, enfrentar es su relación con el Congreso, puesto que no cuenta con una mayoría parlamentaria (37 de 130). Deberá desplegar las mejores estrategias de cabildeo y negociación.
No menos importante es la lucha contra la corrupción ese mal endémico continental. Deberá desde los primeros minutos del quinquenio dar muestras de golpes certeros contra la impunidad que cada día va ganando terreno en el Perú y toda América latina.
Quizá el más importante reto será reconciliar al país superando los odios racistas y clasistas que quedan como limo de las elecciones.
Los grupos dominantes de poder, sea en Cuba o en el Perú, deben reflexionar que ya no serán los grupos de izquierda o de los obreros o de los campesinos quienes van a poner presidentes. Serán aquellos, Los Que No Tienen Nada Que Perder quienes impongan la agenda y los nuevos gobiernos.