Cada 9 de agosto, el Gobierno del Ecuador entrega el Premio nacional de cultura Eugenio Espejo a sus hombres y mujeres más destacados en el campo de las artes, las ciencias, la actividad cultural y la labor institucional. De los galardonados este año es necesario, particularmente, destacar a dos: Papá Roncón y Luigi Stornaiolo. El primero es uno de los mayores cultores de la música afroecuatoriana, sin duda. Y el segundo, un artista de enormes dimensiones que de modo crítico ha logrado satirizar a una sociedad indolente. Papá Roncón debió cumplir un sinnúmero de actividades laborales para sobrevivir. Y Luigi debió sobrevivir a una enfermedad progresiva que incluso le obligó a volver a aprender no solo a pintar sino a vivir, y a pesar de ello jamás perdió su humor y peor su pasión. Hace solo un mes, Papá Roncón intentó vender su marimba para poder financiar las recetas médicas, pues a su edad, 84 años, no le quedaba más, ya que -como muchos artistas- no tiene seguro social. Esta situación revela que, a pesar de los 4 años y medio de la Revolución Ciudadana, aún el Estado, en cultura, sigue llegando tarde. Y hay que asumirlo con una plena convicción autocrítica. La lección de Milton Tadeo (quien murió abandonado y sin ninguna ayuda estatal) aún no ha sido aprendida. El premio Espejo le permitirá a Papá Roncón, al menos, tener una vejez digna. Al igual que a Rafael Díaz Icaza y a José Amén Palma les permitirá tener una muerte digna, como ha sucedido con la mayoría de los galardonados. Pero, ¿es ese el rol de un premio nacional?, ¿es ese el papel del mayor reconocimiento que concede el Gobierno? Como dice Miguel Donoso Pareja, los premios deben servir no solo para estimular y motivar, sino para abrir puertas, para proyectar y también para consagrar, pero en la plenitud de una vida.
Es necesario, y urgente, emprender un cambio y actualizar el premio Espejo y darle otra dimensión y proyección. El premio en un inicio se entregaba cada dos años, luego se lo instituyó cada
año y en cinco categorías, lo cual es excesivo. El premio de Ciencias, por ejemplo, debe otorgarlo el Cenescyt.
Del mismo modo que, hace poco, el Gobierno normó la entrega de condecoraciones, debe ahora -a través del Ministerio de Cultura- articular el premio Espejo al Sistema Nacional de Premios, en donde deben estar reglamentados todos los reconocimientos y estímulos para las distintas expresiones artísticas. Por lo pronto, al menos queda la satisfacción de reconocer, al final de los días, el trabajo creativo de toda una vida.