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El Telégrafo

Los orígenes del fútbol

14 de junio de 2018

Los ancestros del fútbol se remontan a los tiempos de la dinastía Han, 206 antes de nuestra era, según refiere H.A. Giles, de la Universidad de Cambridge. Se denominaba Tsu-chu. Según la etimología sería: tsu, pie y chu, pelota. El emperador Xen-ti apenas prestó atención a su gobierno porque los 35 años de su mandato estuvieron dedicados a mirar rodar el balón hecho de un pellejo especial de virutas, crines y hasta residuos vegetales.

El historiador Heródoto de Halicarnaso lo sitúa en el reinado de Atis, hijo de Manes, cuando en toda Lidia, la actual Turquía, ocurrió una hambruna. “Como estos juegos de la pelota, dados y taba inventaron para divertir al hambre, pasaban el día entero jugando, a fin de no pensar en comer, y al día siguiente cuidaban de alimentarse, y con esta alternativa vivieron 18 años”. Hay quienes lo ubican en el antiguo México, con su variante de golpear la pelota con la cadera, o en Japón, según el libro Historia de pelotudos, del autor de estas líneas.

Como siempre, los griegos –a quienes los persas no podían entender por qué dedicaban tanto tiempo a los diversos juegos– delimitaron el entretenimiento en dos matrices bien definidas. La primera, la paidia –relacionado con el mundo infantil– que alude a la libertad original, la diversión sin reglamentos. Lo otro es el ludus, donde está la necesidad de someter al juego a convenciones arbitrarias. Esto último lo supieron los ingleses con su football, quienes colocaron al balón en un campo de juego o cancha (curioso, esta palabra es quechua).

Como sea, hoy se inicia el Mundial de Rusia y todos tomamos un respiro, más aún tras el apretón de manos entre Donald Trump y Kim Jong-un. Nada mejor, entonces, que traer a colación un texto de Miguel Hernández que dedicó a esos seres de los que casi nadie habla, pero que son claves. En Elegía al guardameta se lee: “A Lolo, / Sampedro joven / en portería del cielo de Orihuela. / Tu grillo, por tus labios promotores, / de plata compostura, / árbitro, domador de jugador, / director de bravura, / ¿No silbará la muerte por ventura?”. (O)

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