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El Telégrafo

Los montubios ecuatorianos

11 de noviembre de 2011

Nuestra carta  fundamental  en su capítulo cuarto, artículo 56, estableció el reconocimiento   del pueblo montubio “como parte del Estado ecuatoriano, único e indivisible”.

Los asambleístas  constituyentes de Montecristi repararon así una injusticia de siglos, sustentada en inconfesables   consignas  de la  oligarquía agroexportadora para  invísibilizarlos  a ellos, positivos  sujetos sociales, que fueron y son  los verdaderos propulsores  de la economía del agro  del litoral,  y que con su sudor  y lágrimas  enriquecieron   a unas cuantas familias que en el pasado  vivían en París  y en la actualidad en Miami.

El limbo biotipológico  del color de la piel,  que podía ir desde el cobrizo propio del indígena costeño hasta el blanco  ojos claros del oriundo de la provincia  de  Manabí, fue uno de los mitos raciales que se  vendió a nuestro país  para calificar y determinar  su destino, ignorando con este criterio fascista  y en forma canallesca lo sustancial de su  rico acervo cultural, su aporte a la consecución  de las libertades  y la independencia  de la patria, pero por  sobre todo  su pertenencia  a una estructura  social  y cultural muy bien definida.

El investigador orense Rodrigo Chaves  expresó que el pueblo  montubio  corresponde a un colectivo de mujeres y hombres con una personalidad definida  con costumbres y existencia  “donde el honor  y la palabra empeñada están escritas en piedra” de espíritu aventurero en el amor y en la búsqueda de la justicia  y con su propia cosmovisión.

En la misma línea,  el sociólogo manabita Humberto Robles sostiene que los montubios  son  un pueblo con “identidad propia” y miembro de una “comunidad cultural”, su origen  etimológico  proviene de “montu”, referente al lugar geográfico de la selva  o manigua   y “bio” hombre, por  tanto, montubio o montubia son las personas que nacieron y se educaron en el campo, se involucraron  en sus reivindicaciones;  en otras palabras,  se comprometieron con su entorno, situado en el interior de  la costa ecuatoriana,  pero fundamentalmente  se autorreconocieron como tales en  un acto absolutamente personal y soberano, aceptando sus raíces  y cultura ancestrales,  aunque hayan migrado al medio urbano.

Este sector humano, gestado antes  de que el Ecuador  fuera república, con una sustantividad  que no es de fecha reciente, es una población mestiza  del litoral ecuatoriano, pero dentro de ella  tiene características diferentes y reacciones distintas  que se expresan  en condicionamientos   sustanciales de una cultura peculiar, en formas de vida, valores,  actitud existencial.

El concepto étnico, cultural y social  del montubio,  si bien es cierto solventa  parámetros de ubicación  regional, sin embargo  su génesis  en el mestizaje  es indudable, al igual  que su relación social con los mestizos citadinos del pertinente conglomerado social, empero no han logrado cambiar sus ideas  ni sus creencias, tampoco su religiosidad,  sus hábitos, sus normas morales y rituales, símbolos, y mucho menos el imaginario  de su ilustración y su convivencia.

Como parte del estamento  mestizo  los montubios se distinguen por ser  fruto de un proceso de fusión de negros, indios  y blancos  de las provincias costeñas que se relacionaron, se unieron y se transformaron. El célebre novelista Gallegos Lara, uno de los “cinco como un puño”, bautizó a su ciudad Guayaquil como la capital montubia  del Ecuador.

Se refería a que, en la movilidad  campo-ciudad de 1930,  la institucionalidad  montubia no perdió su  riqueza cultural y la defendió con  uñas y dientes, como lo realizó  en cien batallas  integrando las montoneras de la Alfarada, y antes durante   la independencia  al mando del general Sucre  en la boca de Yaguachi, el 19 de agosto de 1821  cuando el ejército patriota  derrotó a los españoles  causándoles más de 800 bajas, “todo gracias  a la actuación de  los montubios  adiestrados  en la caza y el manejo de las armas”, según  lo afirma el  grande pero olvidado escritor nacional Carlos H. Tobar.

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