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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Los microclimas de Quito (1)

07 de enero de 2016

Quito es una ciudad afamada por sus microclimas. Cada sector geográfico de esta bella y alargada ciudad posee un clima particular que lo diferencia de otros. De ahí que resulta bastante común que haya una radiante tarde de sol en el centro–norte, mientras llueve en el sur, hay sol y sombra en el valle de Pomasqui y la neblina se aposenta sobre San Antonio de Pichincha y la Mitad del Mundo.

Si a la misma hora nos asomamos a algún balcón de la calle González Suárez o a un mirador de la loma de Puengasí podremos ver un variado panorama climático en los valles orientales del Distrito Metropolitano: sol radiante en cierto sector, sol y sombra en otro, una lluvia por acá, una neblina por acullá y quizá hasta unas laderas de la Cordillera Central blanqueadas por una inesperada granizada.

El fenómeno de los microclimas es, pues, común a todo el Distrito Metropolitano, aunque es en el estrecho y alargado valle de Quito donde tiene su mayor y mejor muestra.
Hace unos años, una señora llegó a vivir en Cotocollao y se convirtió en vecina y amiga de mi madre. Hasta entonces había vivido en el elegante, pero húmedo, barrio de La Floresta, y que tuvo que cambiarse por recomendación de su médico, quien le indicó que ese cambio de lugar de residencia era el último recurso que le quedaba a ella para superar el reumatismo que la aquejaba. En efecto, vivir en ese barrio un tanto modesto, pero soleado y seco, la ayudó a recuperar plenamente su salud.

No es menos importante el panorama cambiante del clima y de la atmósfera durante las horas del día. Como anotaran viajeros de otro tiempo, en Quito pueden gozarse de todas las estaciones en un mismo día. A lo cual un acucioso historiador y demógrafo colombiano asentado en esta ciudad, el doctor Gustavo Pérez Ramírez, ha agregado la afirmación de que “Quito tiene el mejor clima del mundo… hasta las cinco de la tarde”.

En cuanto a la lluvia, todos los habitantes de Quito sabemos lo sorpresiva que puede ser, sobre todo en la época que llamamos invernal. Entramos a una oficina o restaurante en medio de un sol canicular (’sol de aguas’, que decían nuestros mayores) y de pronto quedamos atrapados allí por una feroz lluvia que se desata inesperadamente.

Frente a este fenómeno, resulta útil la conseja que se pasan entre extranjeros que llegan en Quito: “Si te atrapa la lluvia en un lugar, tienes dos soluciones para no empaparte: o caminas rápidamente tres cuadras o esperas veinte minutos en el mismo lugar”. Y la conseja es acertada: tres cuadras mas allá no hay lluvia o veinte minutos después cesa el inesperado y feroz golpe de lluvia, tras lo cual regularmente vuelve a salir el sol.

En fin, también las noches de Quito tienen su propio clima. Es ventoso y más bien seco en el centro–norte, neblinoso y húmedo en la ladera oriental y ventoso y algo húmedo, aunque no neblinoso, en la zona sur de la ciudad. La neblina que sube del río Machángara cubre por las noches a Guápulo, La Vicentina, La Floresta y El Batán. También el clima es neblinoso en Carapungo y toda la meseta de Calderón, en Pomasqui y San Antonio de Pichincha, zona semiárida que, gracias a la humedad de la neblina, tiene buenos sembríos y jardines. (O)

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