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El Telégrafo

Los medios, ¿charcos infectos?

29 de julio de 2011

Uno de los grandes “magnates” de la prensa mundial al ser sentado en el banquillo de los acusados masculló, en voz baja: “Este ha sido el día más humillante de mi vida”. Quería así salvar sus culpas, al  menos en apariencia.  Rupert Murdoch, que así se llama el “magnate”, es propietario de un elevado número de medios de comunicación en todo el mundo.

En Gran Bretaña, posee el 57% de la prensa escrita. Muchos lo consideran un ministro sin cartera, ya que todos los primeros ministros se han rendido a sus pies, desde Margaret Thatcher hasta David Cameron. Era casi intocable. Y lo era a partir de tres actividades: negocios, política y periodismo.

La fórmula perfecta para volverse intocable. Hasta que todo estalló y, ante el estupor de muchos, apareció la verdad, situación a la que el director de El País, de España, Xavier Moreno, calificó de “charcos infectos en los que chapotean los medios británicos”.

Murdoch violó todos los códigos éticos y legales, lo que demuestra que esos medios, los de Murdoch, eran, son, incapaces de autorregularse. Solo ante el inminente llamado a juicio, y al sentirse acorralado decidió cerrar el diario News of the World.  Por ello, la necesidad de contar con una ley de comunicación que permita salvaguardar las buenas prácticas del periodismo, la ética y la verdad.

Una ley que permita recuperar los códigos deontológicos que muchos medios han extraviado. Una ley que evite cruzar esa línea, delicada pero clara, que divide la verdad de la calumnia.  Es necesario, sin duda, defender a toda costa las libertades y los derechos. Lo cual quiere decir que nadie debe ser censurado, peor sancionado, por sus opiniones o sus ideas. Pero sí por las calumnias y las injurias.

El modo de actuar de Murdoch y sus medios también dejó en evidencia que en este caso, y en el de otros muchos, prevalecen los intereses personales, espurios, frente a los derechos ciudadanos. Por ello, los propietarios de los medios deben ser “monogámicos empresariales”.

Es obvio que no pueden congeniar los intereses de los medios con los intereses de los negocios vinculados, como hasta la saciedad se ha visto en el caso ecuatoriano. Lo sucedido con los medios de Murdoch también nos deja una lección que debemos aprender y que, sin temor, periodistas europeos lo han señalado con precisión: “La difusión de información falsa es lamentable, y está sujeta a sanciones penales”.


Por tanto, ya es hora de intentar recuperar los principios y los valores que, por sobre todas las cosas, deben prevalecer en el ejerció periodístico: la ética y el respeto irrestricto de la verdad. Esta es la única forma de defender las libertades, entre ellas la de expresión.

La respuesta frente a las amenazas no es otra sino el ejercicio de un buen periodismo y restablecer las buenas prácticas, aquellas que, ni por posturas políticas ni intereses económicos, deben perderse.

En este sentido, la lección de la sentencia a El Universo debe también dejarnos una lección: nuestras opiniones no pueden jamás estar sustentadas en la calumnia y la injuria.

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