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El Telégrafo

Los legítimos de Salcedo

13 de octubre de 2012

Los pueblos crean mapas mentales de lo que son. Tratan de configurar una cartografía, unos imaginarios que los identifican, aunque a veces sean falsos.  Ecuador tiene muchos símbolos de su identidad, algunos curiosos como los famosos letreros desperdigados por todo el territorio: “Los legítimos de Salcedo”, en homenaje a los helados de tres sabores inventados, según dicen, por unas religiosas de claustro.

Al visitar esa población, en la provincia de Cotopaxi, tres cosas llaman la atención. Uno, hay un monumento de tres metros de un helado (que podría ingresar en la lista de estatuas memorables que tiene el país), un local patriota cuyo título es: Heladería Tiwinza: el helado héroe, y por último que todos se disputan la supuesta autenticidad de la elaboración, lo que lleva a pensar: cuál mismo será el “legítimo”.

Otros imaginarios están en torno a las ciudades. Así tenemos la “Sultana de los Andes”, Riobamba, que siempre se precia de ser primera en todo, desde la primera Constitución hasta “Cuna de la Nacionalidad” y estirpe Duchicela.

Pero eso de sultanato bien se sabe que viene del mundo árabe donde se ejercía un poder de facto gobernado por un califa. Así que no se sabe si alguna dinastía de los gaznauíes plantó sus reales en los páramos frente al Chimborazo.

Cuenca es la “Atenas del Ecuador”, aunque su mayor poeta, César Dávila Andrade, siempre quedaba más allá del tercer lugar en los concursos de juegos florales y fue Quito la que publicó sus libros. A propósito de esta última, está la denominación de “Carita de Dios”, vaya a saber por qué. Otro tanto le corresponde a la “Perla del Pacífico”, Guayaquil, que en estos días anda de parranda. Hay las “Centinelas del Norte y Sur”, como Tulcán y Loja, rezagos de las disputas con nuestros ávidos vecinos.

Otra designación es la “Provincia Verde”, Esmeraldas, aunque las madereras están haciendo su tanto para dejarla pelada como Santa Elena, donde -ahora sí- ha regresado San Biritute, el símbolo fálico precolombino que traerá la lluvia desde Sacachún.

Tenemos Ibarra, “Ciudad Blanca”, donde algunos despistados aseguran que, desde la época colonial, fue hecha para los “blancos”, aunque su fundación fue realizada en los terrenos comprados a la nieta de Atahualpa, Juana Atabalipa, y su fundador, Cristóbal de Troya, era criollo y encima encomendero. Pero no hay como Macas, en Morona Santiago, donde algunos de sus habitantes se dicen macabeos y se creen descendientes de las tribus perdidas de Israel, aunque los verdaderos se liberaron de Antíoco IV, en el 164 a.C. Mejor ir a Pueblo Arrecho, en Manabí.

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