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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Los intereses ocultos de la guerra

20 de abril de 2017

Una serie de eventos militares de envergadura se han producido en el espacio que se extiende desde el Medio Oriente hasta Asia. Los dos puntos focales son Siria y Corea del Norte. El discurso en los medios de comunicación se reduce a la descripción de los hechos y a proyectar la imagen de una supuesta superpotencia militar, Corea del Norte, que amenaza con lanzar una bomba nuclear y cohetes de largo alcance, aparentemente sin ningún motivo, que no sea su devoción por la guerra.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la antigua nación coreana, colonizada por Japón, fue dividida en Corea del Norte, afín a la Unión Soviética; y Corea del Sur, aliada a Estados Unidos, ambas enfrentadas y conminadas a estrategias de defensa. Aunque no se puede descartar que Corea del Norte tenga capacidad de armas nucleares, no quedan dudas de que buena parte de su estrategia se basa en una teatralización que no corresponde en todo a la realidad.

En la segunda mitad del siglo XX, Corea del Norte intentó un desarrollo basado en la industria pesada, dedicada sobre todo a la producción de armas. Hoy es una de las economías más pequeñas del mundo, altamente dependiente y con escaso desarrollo tecnológico. En ese contexto parece inexplicable que haya generado una capacidad bélica capaz de igualar a las grandes potencias guerreristas del mundo, como Estados Unidos. Por ello nadie puede creer que el principal enemigo de Estados Unidos es Corea del Norte; o que el problema es meramente militar, por fuera de lo económico y geopolítico.

Sin lugar a dudas, el conflicto que tiene en vilo al mundo implica a otras potencias enfrentadas, en momentos de una profunda crisis del sistema capitalista, que intentan medir fuerzas en zonas periféricas del mundo, protegiendo los centros del poder financiero y evitando que ocurra un desastre parecido al de la Segunda Guerra Mundial, que barrió a Europa.

Hay que recordar que Estados Unidos y Reino Unido son los principales productores y exportadores de material bélico en el mundo. Por lo tanto, para Estados Unidos la guerra es un negocio y, en la coyuntura actual, estaría interesado en expandir el conflicto para reactivar su alicaída economía real, crear puestos de trabajo e incrementar sus ganancias.

El diseño del conflicto lejos del Atlántico y centrado en el Pacífico parece tener la clara intención de implicar a China, que apoya económicamente a Corea del Norte. China no centró su desarrollo en la industria de armas y practicó estratégicamente la paz; atrajo el capital de muchas empresas norteamericanas por la oferta de mano de obra barata, y se convirtió en uno de los principales acreedores de EE.UU., el país más endeudado del mundo. Ahora, el motor asiático buscaría cobrar parte de la deuda y su ganancia, con el propósito de enfrentar un problema de decrecimiento. Por su parte, EE.UU. estaría interesado en que China se convierta en comprador de armas y transfiera de esa manera parte del gran capital que ha acumulado en los últimos años. A su vez, Rusia actúa en Medio Oriente como proveedor de armas y aliado de Siria.

Corea del Norte y Siria son solo los escenarios de una guerra por el control del mundo, los mercados y los recursos naturales, en un momento de la historia en el que crece exponencialmente la pobreza, se concentra el dinero en pocas manos, se produce una tensión entre el capital financiero e industrial y se experimenta una transformación estructural del sistema capitalista. (O)

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