La primavera árabe derrocó gobiernos. Ahora una ola de protestas de la población por la crisis económica y el manejo económico sacude Europa. Los gobiernos comienzan a sufrir las consecuencias de sus errores políticos y económicos.
En América Latina esto no es nuevo. Recordemos el caso de la crisis argentina que explotó a fines de 2001. En efecto, en ese país había una fuerte recesión, alto nivel de desempleo, elevada inflación, altísima deuda externa, déficit fiscal y en cuenta corriente, corrida bancaria, salida de capitales, alto costo de la canasta básica, aumento de la pobreza e indigencia, etc., y ante esta situación el gobierno dictó el congelamiento bancario. El deterioro de las condiciones de vida rebasó los límites de aguante de la población, que presionó hasta renunciar al presidente.
Hubo una gran movilización social, en la que aparecieron nuevos actores y acciones de protesta como los piqueteros (desempleados), cacerolazos (clase media), saqueos (pobres) y asamblea de vecinos (población en general). Toda esta protesta social fue una nueva forma de manifestación social de la población que superó a los partidos políticos, congreso, sindicatos, etc., surgiendo otros cauces de expresión y movilización distintos a los tradicionales, generándose una crisis de representación.
Algo similar está sucediendo en España, Grecia, Francia, Portugal, etc. Hay en estos países una crisis de representación de la democracia, donde los partidos políticos tradicionales están perdiendo legitimidad, se está cuestionando el capitalismo salvaje, el sistema financiero y las principales instituciones de la democracia. Es un movimiento europeo espontáneo, los indignados, que reivindica una nueva forma de democracia real más participativa e incluyente.
En España la protesta surge, detonada, por la crisis económica de ese país que tiene un nivel de desempleo de más del 20%, recesión, alto déficit fiscal, etc., y las medidas económicas que se tomaron para enfrentar la crisis como reducción de sueldos, congelamiento de pensiones jubilares, aumento de impuestos, eliminación de subsidios, etc. que reducen el nivel de vida y deterioran el estado de bienestar. Esto le significó la pérdida de las elecciones al partido socialista que, por una mala administración de la crisis, llevará al gobierno a la derecha.
La situación más crítica es la de Grecia. Hace más de un año la UE y el FMI aplicaron un plan de financiamiento y ajuste para salvar a este país que tenía una recesión, déficit fiscal de 13% y una deuda pública de 140%. El ajuste fue draconiano, al estilo del FMI, pero no fue suficiente. Al parecer el FMI se equivocó en calcular el monto de financiamiento; el problema es de solvencia y no de liquidez y ahora requiere un segundo rescate con medidas duras como reducción de jubilaciones, de subsidios sociales, del empleo público, privatización, aumento de impuestos, etc.
Condicionado por la troika europea (UE, BCE y FMI), el Parlamento ha aprobado el ajuste, con protestas de los indignados y apoyo de los sindicatos, pues saben que seguirá el deterioro de sus condiciones de vida mientras que a los causantes de la crisis (banqueros, políticos y OI) no les pasa nada.