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El Telégrafo

Los hombres que no amaban a las ecuatorianas

03 de abril de 2012

El mundo de las mujeres en el Ecuador no se divide en algo horrible como “yayitas” y las otras, ni en pobres o ricas, ni inteligentes o brutas, ni en educadas o no, ni en estratos. El mundo de las mujeres, ese que debería ser el de la valentía, la ternura y la sensualidad, se divide simplemente en el de mujeres a las que las maltratan y a las que no, lo demás no importa.

Si usted cree que soy una activista feminista, tiene derecho a etiquetarme como quiera, pero eso sí… nada lo estoy inventando, todas las cifras provienen de una  encuesta del INEC hecha entre noviembre y diciembre de 2011.

Cuando vi el programa Pulso Político me quedé helada, era como estar leyendo “Los hombres que no amaban a las mujeres”, del sueco Stieg Larsson, o viendo sus versiones en cine. Y eso que las cifras suelen deshumanizar la realidad.

Cuando digo que nos dividimos, estoy siendo generosa, ya que más del 60% de las mujeres sufren violencia en Ecuador y eso es una cantidad absurda si se tiene en cuenta que somos casi 14 millones y medio de habitantes,  de los cuales 7 millones trescientas mil somos mujeres.

Matemática simple: casi 4 millones y medio de mujeres sufren violencia sicológica, física, sexual y patrimonial. ¿Serán su hija o su madre o su amiga?

Para que los señores se den una idea, se necesitarían 84 estadios como el del Barcelona SC para que ellas quepan. Algo tan grave que sería estúpido cuestionarse si es que hay tantos hombres salvajes o tantas mujeres que se dejan.

No se dejan. Una mujer maltratada es una persona con un yo debilitado, envuelta en un círculo muy difícil de romper, que necesita herramientas que no tiene, para que la protejan a ella y a sus hijos. A su vez, un hombre maltratador fue un niño que lo aprendió en casa.

No hay PhD ni riqueza que proteja a una mujer de la agresión, porque el problema con su virus mortal de machismo es sociocultural y no de estrato. Maltratan casi por igual a las ricas y a las pobres, y aún más a las de clase media. Lo más triste es que en 2011 ni el 2% lo denunció.

Lautaro Ojeda dijo que “la familia es un centro privilegiado de la reproducción de la ideología” y eso nos debe confrontar con que las madres somos corresponsables al reforzar el machismo en nuestros hijos y que, al no valorarnos, inculcamos la indefensión en nuestras hijas.

Mientras el problema esté latente, los gobiernos deben promover masivamente por TV y radio los sitios y formas de ayuda, a fin de cuentas,  las mujeres maltratadas también votan.

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