En la invasión de la semana pasada al Capitolio en Washington, la figura principal del “golpe de Estado” fracasado, de Jacob Anthony Chansley, alias Jake Angeli se convirtió en el símbolo de esta jornada de incalculables alcances.
En Estados Unidos en 1963 fue aprobada la ley de transición donde se establece que el presidente saliente tiene la obligación de comunicar al presidente entrante todo lo relacionado con la seguridad nacional y los movimientos militares. Sin embargo, el magnate se negó a cumplir con este mandato. Trump vio frustrados sus sueños.
La historia de los Estados Unidos recoge momentos difíciles de las transiciones presidenciales. Pero nunca del calibre de los eventos liderados por el presidente Trump.
En 1800 John Adams y Thomas Jefferson tuvieron un enfrentamiento que se convirtió en el epílogo de la pugna entre dos contendores políticos radicales.
Hay un segundo momento en el traspaso del poder entre Hoover y Roosevelt puesto que el primero se oponía hasta el último momento a que Roosevelt implementara el New Deal. O sea, el «Nuevo trato” como se denominó a su política intervencionista para luchar contra los efectos de la Gran Depresión en Estados Unidos.
Estos dos eventos, de lejos se hallan distantes de lo inspirado y liderado por Trump. El mundo era testigo de la caída del símbolo de la democracia universal. Un paradigma más que se derrumbaba. La humanidad vio por las pantallas un capítulo inédito, ilegal y antidemocrático auspiciado por el propio presidente de los Estados Unidos.
QAnon, el movimiento inspirado en las teorías conspiracionistas, evidentemente de extrema derecha, bien puede coincidir con posiciones de extrema izquierda como las que representan Vargas e Iza en el Ecuador. Angeli en los EEUU. Se muestra que la izquierda y la derecha se tocan, coinciden o empatan.
El conspirador sin camisa y con cuernos de búfalo, disfrazado de indio sioux, al igual que el líder indígena achuar, reclaman el regreso a un estado social inexistente. Angeli, sueña con el regreso de los EEUU como la nación del American Dream. Y Vargas, el regreso a una nación de ensueño de hace más de quinientos años.
Sin lugar a dudas, los extremos se tocan.