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El Telégrafo

Los dinosaurios y el fútbol

21 de junio de 2018

En 1978, hace 40 años, se inauguró el Mundial de Fútbol en Argentina. Había dictadura y el Estadio Monumental estaba muy cerca de la ESMA, donde se torturaba a los jóvenes. ¿Qué hacía ese día, en Buenos Aires, Jorge Luis Borges? Y, nada, como dicen por allá, estaba impartiendo una clase de literatura inglesa a unos pocos discípulos. Obvio, Borges odiaba al fútbol, y eso que las reglas fueron creadas en la tierra que baña el Támesis. Como el maestro ciego no se andaba con remilgos nos legó una frase: “El fútbol es popular porque la estupidez es popular”. Curioso, Borges hizo un poema al go del siglo XVI, el juego nipón, sin apenas conocerlo.

Más indulgente fue Oswaldo Soriano –y eso que los dos amaban los gatos– en su relación con el fútbol. Él cuenta que Borges estaba más interesado en dotarles de una épica griega a los compadritos del arrabal y más tarde, como muchos, se pronunciaría contra los militares. Mas, los lazos del fútbol y la literatura han sido frecuentes. El mismísimo William Shakespeare, antes de que sus paisanos inventaran las reglas, ya lo puso en su obra. Se lee en El rey Lear, en una escena entre Oswaldo y Kent, cuando el primero le recrimina y el último le tira al suelo: “¡Ni que te echen la zancadilla, mal jugador de pelota de mano! (debería ser la traducción)”.

Mientras esperamos por más hazañas de Cristiano Ronaldo aquí un texto del colombiano Jairo Aníbal Niño, titulado Los dinosaurios: “Los dinosaurios estuvieron al borde de dar un salto glorioso en el proceso de la evolución y, por lo tanto, de haber accedido a las formas más desarrolladas e inteligentes de la naturaleza. Eso ocurrió el día en que los dinosaurios inventaron el fútbol. Decidieron entonces jugar un partido mundial y, aconsejados por un tiranosaurio rex, ducho en regate con pisada y recepción con finta, escogieron como adversarios a unos mamíferos flacos y temblorosos que vagabundeaban sin ton ni son entre las altas hierbas. Los dinosaurios, en contra de los pronósticos, perdieron el partido. Entonces, agobiados por la tristeza y avergonzados por la derrota, desaparecieron”. (O)

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