Repartir condones y enseñar cómo usar los métodos de anticoncepción para afrontar el incremento de embarazos adolescentes es necesario, sí. ¿Eficaz para frenarlos? Lo dudo. Es preciso abordar el problema de forma integral.
La medida enseña un método de ‘barrera’ que sirve para evitar los embarazos y algunas infecciones de transmisión sexual. Sin embargo deja pendientes otros aspectos relevantes. Por ejemplo: no dice nada acerca de la prevención del abuso sexual en la infancia. Muchas adolescentes están embarazadas de un hombre adulto o mayor que ellas con 5 ó 6 años. Eso es abuso y/o estupro, al ser menores de edad. No menciona la prevención de la violencia sexual. Hay tantos casos de mujeres adolescentes que de las caricias pasaron, en cuestión de segundos, a víctimas de una violación a manos de su pareja adolescente.
La campaña no habla de la prevención del inicio temprano en la vida sexual de los jóvenes. Se sabe que mientras más se postergue, más probabilidades hay de que ésta ocurra por una decisión consensuada y responsable que incluya también anticoncepción. Ni plantea la importancia capital de que los padres asuman su responsabilidad educativa, pues son ellos, papá y mamá, los referentes fundamentales para los hijos, y la familia, la primera escuela verdadera en materia de sexualidad.
Para prevenir los embarazos adolescentes y toda su cadena de consecuencias, se requiere la voluntad y la convicción de educar para el amor y la sexualidad. Eso quiere decir formar y preparar a los niños, niñas y adolescentes para la vida amorosa y sexual que tendrán que vivir. De la misma manera que nos ocupamos de educarlos para el trabajo, se requiere educarlos para la vida afectiva. Quiere decir que los adultos tienen la obligación de asumirse como responsables de la integridad física y emocional de sus hijos mientras dependan de ellos. Se trata de que se comprometan con una tarea formativa, no sólo informativa.
Y la formación empieza con el respeto irrestricto al ser, al cuerpo y a la inteligencia del niño, la niña y el/la adolescente. Expresado en el buen trato, la protección y la presencia física y emocional. Significa aproximarse a los hijos para enseñarles a valorar su cuerpo y el del otro. Contribuir al desarrollo de su autoestima y de su poder personal para que tengan el valor de elegir, no por miedo, sino a favor de su vida, a favor de la responsabilidad y la alegría. Eso, un preservativo no lo puede lograr.