Hay que analizar a fondo las razones por las que ciertas organizaciones del movimiento indígena se han movilizado desde el 8 de marzo. Algunas de esas motivaciones son legítimas, por ejemplo, defender el agua o exigir una reforma agraria profunda, sin embargo, en la marcha indígena se evidencia a algunos sectores que se han sumado, generando desde el comienzo algunas distorsiones.
Por un lado, la propia dirigencia indígena cometió un error declarando que la marcha no es política, cuando defender la vida, el agua, etc., exige un posicionamiento claro desde lo político; porque desde la política el conflicto es necesario para la construcción de una sociedad más democrática y, más aún, para llegar a un Estado Pluricultural. Después, lamentablemente, algunos de esos sectores apegados a la marcha ya han declarado, inoportunamente, claras intenciones electorales.
Declarar intenciones electorales es legítimo en el mundo de la política, pero no que cause estragos, es decir, que se aprovechen de la marcha para usufructuar indebidamente de una plataforma digna y la desvíen a un mero espacio de proponer nombres y caras para las futuras elecciones. Por lo tanto, el movimiento indígena movilizado debería ser mucho más cuidadoso con esos grupos, que lo que buscarían es sacar réditos políticos de la movilización.
Por otro lado, es increíble el que a los actores mediáticos, que están en disputa con el Gobierno, de pronto, les haya brotado un interés por hacer un seguimiento exhaustivo de la movilización indígena. Han desplegado recursos y personal para “informar” el avance de la marcha hacia la capital.
De pronto, mediáticamente, se suman a las consignas de los movilizados, claro que lo hacen de manera soterrada, cuando elaboran titulares que tienden a multiplicar lo que realmente sucede. De esta forma actores políticos ajenos al movimiento indígena, sean de las izquierdas o las derechas, buscan juntarse a los indígenas para sacar algún provecho de su reserva ética y transformarla en potenciales votos.
Basta ver las imágenes de la televisión privada o pública para reconocer algunos personajes, intentando estar lo más cerca posible de los dirigentes de la Ecuarunari o de la Conaie. Políticos que, no hace muchos años, se presentaban ultra-radicales en no aceptar acuerdo alguno con ideologías contrarias, dentro de la propia izquierda, por ejemplo, entre trotskistas y estalinistas. Ahora van cogidos de las manos. Y muchos de ellos aspiran a ser precandidatos presidenciales. Alguno por ahí ya acusó a otro de que le falta trayectoria, experiencia política.
El movimiento indígena pronto deberá, quiera o no, tomar posición política-electoral, si no terminará, otra vez, siendo plataforma, tarima de intereses individualistas, partidistas exclusivamente electorales y, para colmo, con fuerte tinte racista.