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El Telégrafo

Los “cabreras”

09 de agosto de 2011

Han vuelto a Puerta del Sol para nuevamente jaquear a este sistema que tanto ha derrochado y que, sin embargo, no tiene para atender a los jóvenes y a los mayores.

Están ahora también en Israel, por razones parecidas; como en Grecia, Italia o Portugal. La crisis capitalista actual no es de fácil resolución: tantos años especulando, con un mercado reificado, ha creado este estado de verdadera depresión.

Los indignados, que algún sentido le dan a la vida en esas sociedades de pasarelas y marquesinas, exigen justicia social, le están diciendo a esas sociedades que hablaron del estado de bienestar que no tolerarán esos mínimos que olvidan educación, salud, asistencia social.

En nuestro país, como en casi toda la región, se vive otro momento: por fin incorporamos al discurso de lo público la atención ciudadana. Aunque tardío, asistimos a otra calidad de inversión social, que tiene por delante la educación y la salud. Fue una sucesión indolente de gobiernos la que nos hizo creer que no había remedio, que así debía ser la cuestión: pobreza, abandono, mal trato. Años y años padeciendo este estado de exclusión, cuando lo público, lo que quedaba de él, después del asalto de las hordas de corbata, tenía que ser sucio, oscuro, fétido.

Los indignados de allá han obtenido enorme resonancia planetaria por la autenticidad. Salieron a las calles y plazas a manifestarse desde una cotidianidad  severamente menoscabada.

Los “cabreras” nuestros pecan, de entrada, de falsedad, a no ser que exijan volver a la postración anterior.

Tampoco se han dejado ver, en esas incipientes manifestaciones, las que deberían ser sus cabezas inspiradoras. ¿A dónde se han ido los señores Pérez? ¿Dónde Palacio? ¿Dónde Vera? ¿Son ellos los representantes de las esperanzas de hoy, o son, más bien, los defensores del viejo discurso?

Yo quisiera verlos compartiendo una asamblea con los verdaderos indignados, quisiera verlos contrastando su rancio discurso con la frescura de la auténtica indignación. Imposible imaginar un espacio carnavalesco sin máscara: corrido el velo quién sabe si solo queda la verdad: una mueca cínica, típica de la sobreacumulación y sus voceros.

La indignación es contra la miseria, contra el abandono, contra la sordidez del manejo de lo público. Estuvimos antes en calles y plazas sacando del palacio a esos que viven el poder como bacanal. Hoy, la impostura no convoca; no, porque las cosas recién se están decantando.

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