La dignidad de un pueblo se mide también por su capacidad de recordar la historia con las glorias vividas y las perversidades sufridas, que es cuando aparecen los héroes y los villanos, los mártires y sus asesinos.
Hoy, precisamente, tenemos que recordar para que sirva de escarnio a nuestra historia, que un 28 de enero fueron asesinados e incinerados en una “Hoguera Bárbara” el más grande ecuatoriano de todos los tiempos, el general Eloy Alfaro y sus hermanos, por una turba minúscula, instigada por una oligarquía mayúscula, proterva y permanente que aún sigue mascullando la forma de revertir y eliminar las conquistas que el revolucionario “Viejo Luchador” logró para el pueblo ecuatoriano.
Los asesinos de Alfaro, a través de su campaña mediática, que involucraba a los púlpitos y los cenáculos aristocráticos, lo pintaban como el anticristo, como un maligno destructor de la vida ciudadana, como aspirante a acaparar todos los poderes para despojar de sus bienes y propiedades a las castas dominantes, cerrar e incendiar las iglesias y eliminar todas las libertades.
A través de los periódicos de la época alimentaban un cotidiano veneno para llenar de odio y revanchismo la mente de los que se convirtieron en el más grande grupo de sicarios de la historia nacional.
La oligarquía de entonces, propietaria de los medios que hoy algunos subsisten con similares procedimientos, tuvo la audacia de sostener que era el pueblo de Quito el que había hecho justicia con propia mano y así pretendieron tergiversar la historia, como lo han hecho con muchos episodios del pasado.
Se comprobó que fueron esos sectores contrarrevolucionarios, enemigos a muerte del general Alfaro, los que usaron a los sicarios embriagados para que actuaran a mansalva asesinándolo junto a dos hermanos y tres partidarios.
La literatura ecuatoriana se vistió de dignidad el día en que Alfredo Pareja Diezcanseco publicó “La Hoguera Bárbara” para contradecir la malignidad con la que los historiadores de la burguesía habían calumniado al pueblo quiteño haciéndolo responsable del asesinato.
Para reafirmar la veracidad de los acontecimientos, el guionista cubano Gerardo Fernández García ha realizado un importante trabajo histórico y literario para la producción de la película “Los asesinos”, para plasmar la verdad histórica que exonera al auténtico pueblo quiteño de una acusación calumniosa proveniente de los “pelucones” de entonces.
Para que la verdad nos haga libres es importante que esa película se produzca y se exhiba a todo el mundo.
En esta misma fecha en que lamentamos el recuerdo de un episodio nefasto para nuestra identidad, el pueblo cubano conmemora con gloria el nacimiento del Apóstol y Maestro de la independencia de Cuba, José Martí. Coincidencia de recuerdo trágico y de conmemoración fervorosa que nos hermana para consolidar la unión de nuestra América.