Varios pueblos de Manabí conmemoran en octubre su independencia, sin mayor noción de la complejidad de ese proceso, muy relacionado con el presente. Al final de cuentas los actores de aquella época vivían los albores del mismo tiempo económico y político que nosotros: ellos y nosotros habitamos la era de la economía capitalista y la del nacimiento de los Estados nacionales y las repúblicas.
Una particularidad del proceso de independencia, entre otras, fue la activa participación de los indios de Jipijapa; y la de varios curas afincados en estos lares. Todos estos pueblos pertenecían al llamado Partido de Puerto Viejo, que formaba parte de la Gobernación y provincia de Guayaquil.
Desde finales del siglo XVIII la gente de San Gregorio de Puerto Viejo se enfrentaba con las autoridades de Guayaquil. Todo parece indicar que resistían a los cambios realizados por los reyes borbones, que buscaban centralizar el poder y recabar más tributos en medio de una crisis económica por el despegue industrial de Inglaterra y revoluciones profundas, como la francesa.
La crisis española se profundizó cuando los franceses tomaron el control de España. El proceso desencadenó la aprobación de la primera Constitución en 1812, que además de abolir el tributo indígena creó cabildos constitucionales en todas partes. En 1814, todos esos avances fueron eliminados por el Rey español, quien retornó al trono. Fue entonces cuando estallaron varios movimientos políticos en Jipijapa liderados por los indios, quienes habían saboreado por primera el derecho a elegir a autoridades locales. De los diecinueve cabildos constitucionales que se instalaron en la Provincia de Guayaquil, cuatro estaban en Puerto Viejo, los de San Gregorio, Jipijapa, Montecristi y Pichota; y uno en La Canoa (Morelli). Los indios y en general los criollos no parecían estar en contra del Rey sino en contra del poder chapetón y a favor de la instauración de derechos liberales. Las evidencias demuestran, por otra parte, que se perfilan nociones de ciudadanía y soberanías fortalecidas por la nueva experiencia de elegir los primeros cabildos constitucionales.
Las autoridades oficiales de Guayaquil reaccionaron ante la insubordinación de los pueblos de Puerto Viejo que se desató entre 1814 y 1816, y en especial por la insurgencia de los indios de Jipijapa. Lo curioso del caso es que al construir el relato e informe sobre la situación, y explicar los ideales que movían a las sociedades de Puerto Viejo, los españoles describieron un estado de alucinación. Por ello, según decían, buscaban con afán “la tranquilidad y sosiego de los alucinados” de Puerto Viejo. Mas, la alucinación de los de Puerto Viejo no respondía solo a un estado de nueva conciencia formada por la práctica de derechos otorgada, por lo que era toda una novedad en el mundo hispano la Constitución, llamada ‘La Pepa’. En la práctica, el proceso de la independencia tendría que ver por una parte con el pago del tributo, y por otra con el control del excedente que se estaba generando por la creciente exportación del sombrero de paja toquilla.
Las independencias en Puerto Viejo estuvieron motivadas, pues, no solo por el estado de alucinación creada por las nociones de soberanía y ciudadanía, también era un asunto de control de esfera mercantil. (O)