Hoy se celebran los 198 años de independencia de Loja, provincia y ciudad centinela del sur. En el marco de las celebraciones planificadas se escucharán poemas, canciones y acordes musicales únicos, expresiones culturales que dicen mucho de una tradición histórica y distintiva que se ha proyectado inclusive más allá del territorio patrio.
La Plaza de la Independencia, antes Plaza de San Sebastián, lucirá la Torre del Reloj vestida de luces, al tiempo que servirá de espacio para la presentación de artistas que deleitarán a su gente creativa y estoica, inteligente y amante de su tierra.
El 18 de noviembre de 1820 significó no solo un hito histórico liberador de todo un pueblo sometido por el colonialismo, sino también el inicio de un largo camino de construcción de un proyecto de integración nacional comprehensivo de legítimas aspiraciones encaminadas a revertir la postración y el abandono por parte del poder central.
Ahora, luego de casi dos siglos de haber logrado la independencia, la Loja libertaria, altiplánica y pintoresca, la de los dos juguetones riachuelos y del imponente Villonaco, la de los paisajes y modismos particulares, todavía persigue objetivos pretéritos, como convertirse en emporio permanente de arte y cultura, en destino turístico estrella y en eslabón de integración con el Perú. Quedan tareas importantes para autoridades nacionales y locales, también para su gente que encarna la lojanidad como sentimiento de identidad, una manera de ser, sentir y añorar.
Una estrofa del himno a Loja reza: “Fomentemos las artes, la industria; el saber tenga aquí su morada; y la frente, en sudor empapada, sólo sepa inclinarse ante Dios”.
El mensaje es certero. La lojanidad evoca, al mismo tiempo, compromiso con la cultura y el trabajo, y actitud permanente para doblegar la adversidad. En pleno siglo XXI, solo la unidad de los lojanos en torno a un proyecto compartido garantizará el desarrollo sostenido de esta especial latitud. (O)