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El Telégrafo

Loja en el recuerdo

07 de mayo de 2011

Por la gentileza de una querida amiga llegó a mis manos el volumen VII de la colección “Fotografía del Siglo XX” dirigida por Irving Zapater,  publicado por el Consejo Nacional de Cultura. Su título “Imágenes: Loja” recoge el trabajo fotográfico del señor Reinaldo Vaca, cumplido en esa ciudad entre las décadas del 30 al 50 del siglo pasado.

Tuve la oportunidad de conocer al fotógrafo lojano -que era el oficial- en matrimonios, primeras comuniones y ocasiones memorables. Según la recopilación hecha, también registró el crecimiento de la urbe y la vida cotidiana de la gente sencilla, guardando -además-, para la posteridad, figuras importantes del quehacer social y político.

La magia de la lente del “señor Vaca”, como lo llamábamos, ha hecho perdurables estampas de la ciudad en la que transcurrió mi infancia y adolescencia y de personas que me antecedieron y que no conocí personalmente;  también encontré allí a mi madre en su juventud, además de queridos familiares que ya no están. Algunos de los edificios emblemáticos de la tierra natal figuran en plena construcción, como el que corresponde a su ilustre universidad, al convento de Santo Domingo, al parque central. Gracias al volumen, flashes del recuerdo me han trasladado al teatro Vélez, donde igual que mis coetáneos enriquecí la imaginación con películas memorables; a la farmacia  “Del Pueblo”, de la familia Puertas; al colegio La Inmaculada, en el que transcurrieron tantos años de la existencia de mi madre, mía y de mis hermanas. Las páginas de la obra me devuelven a sus calles y casas y a quienes en ellas habitaron.

La evocación es cual un ovillo que a medida que se desenrolla permite la aparición de escenas de lo que fue la vida, a la que agradezco porque nací y crecí en una ciudad  donde las puertas de las casas permanecían abiertas todo el día y en la cual nos conocíamos casi todos sus habitantes. Ella era mi mundo y me  bastaba. Allí tenía mi familia, el barrio, las amigas y amigos que han sido perdurables.

Los textos de la obra pertenecen al Lcdo. Julio Eguiguren y a su hijo Genaro. La admirable memoria  y acuciosidad de los autores permite identificar y rescatar a esa Loja que el libro presenta.

Jorge Luis Borges decía que el olvido no existe.  El pasado está apenas oculto y regresa ante un perfume, una melodía o, en este caso, unas imágenes que hacen el papel de la magdalena de Proust  para conducirnos hacia un mundo en el que fuimos felices y que permanece  vivo en el recuerdo.

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