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El Telégrafo
Ramiro Díez

Historias de la vida y del ajedrez

Locura, vampiros y telebasura

18 de agosto de 2016

El mundo está lleno de historias. Una de ellas cuenta que en Inglaterra, una mujer ¡siempre, una mujer!, llamada Sarah Ellen, fue condenada a muerte acusada de ser un vampiro. Pero los verdugos decidieron que su vida satánica no merecía ni la hoguera ni la horca, sino un final más cruel: sería metida viva en un ataúd sellado. Y así se hizo. Las últimas palabras de Sarah, lanzadas a voz en cuello, fueron: “Volveré y seré el terror. Todos pagarán con lágrimas y sangre este crimen. Volveré en 80 años.

Tras la muerte de la mujer, su esposo cargó con el ataúd sellado y buscó en distintos lugares un espacio para la sepultura, pero en todos los cementerios le fue negado ese favor. Ningún clérigo aceptó oficiar la ceremonia y el hombre, con el ataúd disimulado en medio de mil cachivaches, tomó un barco, recorrió el Caribe, llegó a otros mares, y tras aventuras y desventuras desembarcó en Pisco, que entonces era un pueblecito perdido en la costa peruana.

Allí, finalmente, en su cementerio, compró una tumba para el ataúd con el cuerpo de su esposa Sarah.

Todo lo anterior es mentira.

La verdad es que Sarah murió en un viaje con su esposo al Perú, y fue enterrada, eso sí, en ese cementerio, que es el más triste del mundo, con el nombre ligeramente cambiado. En la lápida no pusieron Sarah Ellen, sino Sara Hellen. Y así la conocen los pisqueños.

Pero apareció el fabulador que, en algún momento, contó la historia de la mujer vampiro que he narrado al principio. Y no faltaron los incautos que se la creyeron y aparecieron los astutos dispuestos a explotarla. Entonces un programa telebasura en Perú, de Cristina (no recuerdo el apellido), contrató “vampirólogos”, para saber cuándo iba a resucitar la mujer vampiro. Se fijó una fecha aproximada para mayo de 1983. Entonces hubo romerías nocturnas al cementerio de miles de personas, armadas de crucifijos con puntas afiladas para clavarlas en el pecho de Sarah Ellen, e impedir que, al resucitar, ejecutara sus venganzas. Fueron noches de oraciones, esperas, mucho frío y muchos miedos. Pero Sarah nunca salió de su ataúd y muchos hicieron su negocio vendiendo imágenes sagradas para defenderse de su amenaza.

Al final todo fue una historieta de la telebasura, alimentada por los ingenuos que no saben que la sangre nos la han chupado, no los muertos, sino lo vivos. Y que no entienden que la telebasura que los alimenta no debería estar incluida en su canasta emocional básica, sino en el código penal.

A diferencia de la vida, en ajedrez la ignorancia no recibe aplausos: solo lecciones.

1: Dxh7+; f6xh7
2: Axh7+; Rf8
3: Cg6 mate

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