2024, año de una consulta popular con referendo para introducir cambios a la Constitución. El 21 de abril, los ecuatorianos tendremos una nueva oportunidad para expresar nuestra voluntad soberana sobre asuntos de trascendencia nacional, en un momento muy caldeado en lo político y social, debido a circunstancias extremadamente particulares: lucha durísima contra el crimen organizado, el narcotráfico y la corrupción; faltan menos de 12 meses para la elección presidencial de 2025; desempleo y falta de oportunidades que angustian a millones de compatriotas; intolerancia e insensibilidad políticas; y ese escepticismo abrumador que cargamos en cada persona y en cada familia. A pesar de ello, hay que recuperar el optimismo, prepararse cívicamente y votar con la razón.
Son misceláneos los temas de las 11 preguntas -5 de referendo y 6 de consulta-, pero todos en conjunto, de una u otra manera, afectarán la vida cotidiana. Se deberá decidir sobre el apoyo complementario de las Fuerzas Armadas a la Policía Nacional, control de armas, trabajo por horas, incremento de penas en delitos graves como el terrorismo, asesinato, sicariato, secuestro, etc., extradición de ecuatorianos, arbitraje internacional en conflictos jurídicos con empresas privadas. En suma, el pueblo directamente proporcionará directrices al poder de turno sobre seguridad, justicia, el ámbito laboral, seguridad jurídica relacionada con los negocios e inversiones internacionales. Complejas materias que demandan comprensión objetiva de los votantes, acerca de su contenido y alcance, en el contexto actual.
El próximo evento de participación soberana y democrática exige que la conciencia cívica del pueblo se exprese con contundencia, debidamente informado, sin sucumbir ante la manipulación y la tergiversación mediáticas, orillando frases hechas, símbolos o lugares comunes de la política criolla. Hay muchos elementos en tensión, por lo que los resultados de la próxima consulta podrían causar remesón en el inestable escenario electoral de febrero de 2025, también paralizar e incluso hacer retroceder al país o impulsarlo hacia un momento y contexto distintos, aunque con más preguntas que respuestas. Por la delicadísima situación que atraviesa el país y por todo lo que está en juego, lo que viene no es una consulta popular más.