Construir es una de las aptitudes que diferencia al ser humano del simio, y para ello se requieren herramientas. Uno puede tomar un martillo y, con él, unir piezas para transformarlas, por ejemplo, en una cómoda silla para que alguien pueda descansar. Esto nos lleva a apreciar la maravillosa y estupenda inventiva humana a lo largo de siglos, en el desarrollo, uso y perfeccionamiento de las herramientas para hacer de la sociedad un lugar civilizado para vivir.
Sin embargo, la mente humana puede trastornarse y desnaturalizar violentamente la lógica tras una herramienta, convirtiéndola en un arma de destrucción y muerte. Sí, así como lo hace un simio.
La ley es una herramienta creada por seres humanos que debe conducirnos por el camino de la construcción, la paz y, sobre todo, la justicia. No obstante, también es susceptible de ser utilizada con propósitos oscuros, cuando cae en manos de delincuentes con intenciones destructivas. Lo hemos visto: la ley en manos corruptas se vuelve injusta.
Han pasado ya algunas décadas desde que el mundo presenció la brutalidad en la gran Segunda Guerra Mundial, donde un país decidió que era justo y legal asesinar a quienes fueran judíos o tuvieran una piel oscura. Así, las leyes de los más sangrientos delincuentes han tratado de hacer de la barbarie algo legal. Lamentablemente, la historia es cíclica.
En las últimas semanas hemos sido testigos de un debate sobre la irrupción de Ecuador en una embajada protegida por la ley y aceptada por el mundo, regulada por tratados internacionales y revestida de acuerdos y confirmaciones desde sus cimientos para evitar la injusticia y salir del mundo de las bestias. Nadie puede entrar sin permiso.
Sin embargo, dentro de este sagrado recinto, uno de nuestros más grandes criminales de cuello blanco se escondía, solicitando asilo a un presidente mexicano porque simplemente no quiere cumplir su condena. Le han otorgado asilo a quien no debían ni podían, intentando llevárselo en la noche, abusando del sagrado asilo que fue creado para evitar persecuciones y no para alentar la impunidad.
Ecuador no debió intervenir, ni se debió asilar a quien ha robado el fruto del trabajo de una gran mayoría completamente empobrecida. Debemos reflexionar sobre quién ha usado la ley para ser injusto y si la ley se ha utilizado injustamente.