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El Telégrafo

Lo de siempre

12 de abril de 2011

Esta campaña electoral no será sorprendente en lo absoluto. Las evidencias revelan que seguiremos abocados a los mismos discursos, en los mismos lugares, diciendo las mismas cosas. Parece que estamos condenados a vivir en medio del ruido y siempre tan cerca de saltar al vacío. Los sentimientos reemplazan a las ideas: el afecto o la desazón que producen los militantes del Sí y del No tienen bloqueado cualquier tipo de argumentación posible. No hay cabida al pensamiento, son los deseos de unos y otros los que tienen tomado el imaginario público. Campaña de pasiones.

¿Qué no sabemos de lo que nos van a decir? Denunciar los recursos utilizados por el Gobierno en campaña, la competencia desigual, los millones que deberían ir a obra pública… El guión se repite, tragicomedia nacional, el telón de lo mismo se ha vuelto a correr.

Esta campaña ya está escrita. No hace un mes ni dos ni desde el día en que el Gobierno anunció la consulta. Conocemos bien las telarañas de lo mismo, los ataques personales sin cuartel, descalificativos a doble tiro, acusaciones, sentimentalismos…

Y, sin embargo, hay algo peor: la subestimación del electorado. Aún nos siguen tratando como incapaces, población deseducada y maleable que cae rendida ante la primera oferta dorada. Así es el pueblo dicen, ignorante, vulnerable, ávido de pan, de circo; después de la votación, el cielo o nada. La responsabilidad siempre está en nuestra cancha, somos culpables de que nos traten así, como pueblo, borregos de lana fina que van a ser trasquilados. Y no es cierto, no tan cierto, algo hemos aprendido. La historia también la escribimos nosotros, todos los días, con nuestras manos, a pulso y bajo el sol, con nuestra rabia, la rabia de una persona simple.

Tanto hemos aprendido, que sabemos que la siguiente elección no hará gran diferencia. No mejorará nuestras vidas, probablemente será la oferta más imposible que ha hecho el régimen, la oferta que lo condenará históricamente. Nada cambiará. Lo sabemos, las derrotas siempre han sido nuestras, del pueblo llano que resiste, que pone la cara, el estómago, la espalda, que sabe lo que es hambre, que sabe de injusticias, de asalto en cualquier esquina.

Así llegamos a esta enésima votación, hartos e inconformes, con la plena intención de entender, con toda la seguridad de ser subestimados. Pueblo es pueblo, no sabe no comenta, dicen. Recibe dádivas por votos. No sabe de ideas ni de propuestas ni de fondos ni de formas. Así fue sentenciado desde el principio de los tiempos.

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